Las telefonistas manuales, también conocidas como las chicas del cable, supusieron una revolución en España. Las famosas chicas del cable se encargaron durante el siglo pasado de conectar llamadas telefónicas a través de una centralita. Como informa Ana Martín en el video, el trabajo desapareció hace 36 años, pero aún quedan historias dignas de ser recordadas como la de Magdalena Martín, la última chica del cable.
La granadina de 75 años fue la encargada de poner el broche final a una generación de mujeres que marcaron el siglo XX, cuando los teléfonos no eran automáticos. Magdalena tenía una centralita en su casa, donde conectaba la llamada de los vecinos de su localidad, el pueblo de Polopos, mientras lo compaginaba con ser madre de tres hijos: “Venia corriendo, metía la clavija en el número que llamaba, le contestaba, le ponía con el vecino y yo me iba a hacer la faena”.
El trabajo de chica de cable tenía unas condiciones muy exigentes. Magdalena vivía entre clavijas y cables las 24 horas del día. Debía tener disponibilidad absoluta: “Hacia las 6 de la mañana me llamaban y tenía que levantarme”. Además, el salario consistía en 40.000 pesetas al mes, cerca de 250 euros.
El 18 de octubre de 1988, Magdalena Martín conectó la última llamada de la historia, haciendo que su vida cambiase de rumbo por completo. Las chicas del cable desaparecieron y Magdalena se quedó “sin trabajo y sin nada”, y “entonces no tenías paro”. La última conexión se trató de una llamada entre Felipe González, presidente de entonces, y el Ministro de Trasportes y Comunicaciones. La última llamada, además de causar un revuelo absoluto en todo el pueblo, dejó huella en la historia del oficio que tantas mujeres de su generación ejercieron.
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