La brecha de género en las Matemáticas es visible desde la infancia. Las niñas comienzan a empeorar a los seis años. Así lo refleja el estudio ‘Mujeres en STEM’ donde destacan que ellas tienen una autopercepción menor, mayor ansiedad en la asignatura y niveles de disfrute más bajos.
El apego por las matemáticas se inicia en Primaria, cuando comienzan a socializar. “Las niñas son más cautas, más responsables. Los niños son más lanzados y atrevidos a la hora de contestar”, explica Tom Vázquez, del colegio Obradoiro de A Coruña.
A todos los pequeños les gustan las Matemáticas, la base de cualquier carrera científica. Pero todo cambia cuando las niñas cumplen seis años. Un desinterés que se consolida en Secundaria. “Ellas se ponen más nerviosas con los problemas matemáticos, tienen una menor afección por ellas y un menor autoconcepto”, explica Lucía Cobreros, autora del informe 'EsadeEcPol'.
“La libertad de elección está ciertamente condicionada por sus experiencias. Al final, es un círculo vicioso de pensar que estos son mis referentes, mis experiencias. Veo que me pongo más nerviosa al resolver los problemas y creo que esto no es para mí”, añade Cobreros. Esta situación se materializa en el mercado laboral, donde cuatro de cada 10 son mujeres en Matemáticas (36%), Física (27%), Telecomunicaciones (23%) e Informática (13%). El porcentaje de mujeres en una ocupación STEM, sobre el total de mujeres ocupadas en España, es del 5,5% a cierre de 2022 .
Las niñas presentan menos afección, con una probabilidad un 15% menor, de considerar las Matemáticas su materia predilecta y una probabilidad un 8,7% y 7,9% menor de que le gusten o disfruten aprendiendo. Pese a que a los 15 años las chicas manifiestan realizar un esfuerzo mayor, la brecha de género en autopercepción y afección por esta materia crece.
El estudio revela que la probabilidad estimada de que las chicas estén de acuerdo o muy de acuerdo con la afirmación "me preocupa sacar una nota baja" es un 13% mayor y un 14,1% mayor en la preocupación por la dificultad. Así, la probabilidad de aspirar a los quince años a tener una profesión STEM a los 30 es un 12,7% menor para las chicas que para los chicos, una brecha que no varía al tener en cuenta el nivel de rendimiento.