Cómo huir de una cita con dignidad y sin bombas de humo

Nadie espera que una cita acabe mal, todo el mundo acude con cierta ilusión esperando que las cosas salgan bien y ese primer encuentro sea el comienzo de una bonita historia de amor. Por eso lo más habitual es buscar la mejor manera de calmar los nervios, los temas que pueden tratarse para que todo fluya, la ropa más adecuada para dar una buena impresión y poder disfrutar de la cita, dejando de un lado las inseguridades. 

No obstante, aunque terminar la noche con planes de un nuevo encuentro parece el escenario ideal, no siempre las citas acaban bien, hay ocasiones en las que la mejor solución es que cada uno siga su camino, evitando que sus vidas puedan llegar a entrelazarse. En esas citas en las que es necesario poner tierra de por medio, lo mejor es tener una estrategia preparada para poder huir con dignidad

Puede que hayamos visto en series de televisión y películas esa gente que aprovecha para escaparse por la ventana del baño, una opción que requiere que se den demasiados factores a favor, además de cierta agilidad, o que sale un momento para nunca volver, algo que en ocasiones nos puede parecer la mejor opción, pero a la hora de la verdad, hacer ‘bomba de humo’ y desaparecer sin dar explicaciones no es lo más adecuado. 

Por suerte, hay algunas estrategias que pueden ayudarte a poner fin a una cita de la que estás deseando escapar y hacerlo sin perder la dignidad. 

Cómo huir de una cita con dignidad

Las técnicas que vemos en la ficción no suelen ser la mejor opción, por lo que fingir una llamada urgente podemos dejarlo como último recurso, así como recordar de repente un compromiso que nos obligue a marcharnos. La sinceridad es la mejor herramienta, evitando siempre en la medida de lo posible herir a la otra persona, aunque no tengamos intención de volver a vernos, no es necesario ser desagradable, por lo que si sentimos que una mentira piadosa puede ayudarnos, siempre podemos usarlas, aunque la honestidad sea la mejor solución. 

Una buena opción nos la brinda la planificación. Nadie quiere pensar de antemano que las cosas no van a salir bien, pero organizar una cita breve nos dará opciones de marcharnos si es lo que deseamos. Por ejemplo, se puede quedar para tomar un café y, si las cosas van bien, intentar alargar el encuentro, pero si no es el caso, una vez finalizado el café, será más sencillo que cada uno se vaya por su cuenta. 

Una buena organización implica también pensar la forma de volver a casa, quedar en un lugar al que tengáis que acudir juntos en un solo vehículo no es la mejor idea. Si cada uno ha llegado por su cuenta, cualquiera de los dos puede marcharse cuando lo considere más adecuado, sin dejar colgado al otro y sin vivir un momento incómodo a la hora de despedirse en el coche. 

Evitar gestos de afecto innecesarios es también una buena estrategia, un contacto físico que podría indicar un interés que no sentimos, como tocarle el brazo o cogernos de la mano. Es importante que si tienes claro que no hay nada que hacer, no se creen falsas esperanzas en la otra persona; si no tienes intención de hacerlo, es mejor evitar frases hechas como un ‘te llamaré’.

La sinceridad siempre es la mejor carta, porque si bien en un primer momento puede parecer que las medias verdades suavizarán el golpe, lo cierto es que dejar la puerta abierta y no ser claro hará que tengamos que enfrentarnos a esa misma conversación más adelante. El refrán dice: mejor una vez rojo que ciento colorado, y en este caso es tan cierto como en muchos otros. 

Hablar con sinceridad sobre nuestros sentimientos, emociones e impresiones sobre la cita puede no ser sencillo, pero dejará claro que este primer encuentro es también el último, por lo que no tendremos que dar explicaciones más adelante o reconocer que mentimos. 

Por supuesto, tal y como apuntábamos antes, no es necesario ser hiriente, ni culpar a la otra persona de que no exista química, a veces las cosas no salen como esperábamos o la conexión que hemos sentido a través de mensajes, se ha perdido al encontrarnos cara a cara. 

También merece la pena señalar que, a una persona que ha sido desagradable, no se ha comportado bien o no ha respetado nuestros límites, no le debemos nada, esto no quiere decir que seamos desagradables, pero tampoco es necesario suavizar las cosas siempre.

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