La noche para el Barça en el Metropolitano fue amarga por muchos sentidos. Primero por las lesiones de Piqué y Sergi Roberto y después por la imagen de equipo abatido y sin ideas que mostraron.
Griezmann, Messi, Dembélé y Pedri eran los encargados de poner las ocasiones de su equipo, pero lo cierto el que más entonado estuvo fue Ousmane, pero una caída después de una disputa con Carrasco le hizo estar renqueante del hombro y ya se desconectó del partido.
Siendo el partido de tal envergadura y con la necesidad de puntuar para no seguir descolgándose de la clasificación se esperaba más del capitán del Barça. Estuvo desaparecido, intervino en ocasiones contadas y sin tener el peligro y desborde que otras veces hacía temblar a los rivales.
Seriedad y cabeza baja es como se mostró durante todo el encuentro. Después del gol del Atlético de Madrid se le vio desconectado y sin dar ánimos a sus compañeros de cara a remontar el tanto. Lo que más puede cabrear a los culés es que cuando quedan dos minutos para el final y con un marcador tan corto, las opciones de al menos empatar eran tangibles. El argentino estaba casi en mitad del campo, brazos en jarra, sin ganas de disputar el balón y esperando que el árbitro pitara el final.
No tuvo ocasiones claras y las que tenía no definía como acostumbra. Volvió a verse como no se entiende con Griezmann y perdió más balones de lo que suele hacer habitualmente. No tenía ideas y los regates no salían. La desconexión total del argentino con sus compañeros y con el partido era evidente. Esto lo dicen los datos. Solo dio 8 pases y recibió 9 en 90 minutos y a esto hay que sumarle que perdió 23 balones.
Justo cuando se publicaba la oferta que recibió este verano para regresar al Atleti, el jugador volvía a la que fue su casa. Buen día y lugar para reivindicarse, pero no fue así. Hay que esperarse a ver los detalles de calidad cuando juega con Francia porque cuando regresa a Barcelona todo esto desaparece.
Al principio del partido tuvo una gran ocasión que podía presagiar que lo que hasta ahora habíamos visto del jugador iba a cambiar, pero pronto se diluyó. Remató un centro de Dembélé que se fue por encima de la portería de Oblak y otro remate de cabeza al final, esto fue lo más cerca que tuvo de intimidar a su rival. 82 minutos que quitando estas dos ocasiones pasaron sin pena ni gloria para el francés que sigue dando muestras que está muy lejos de lo que hace no mucho demostraba.
De nuevo no volvió a terminar el encuentro, es uno de los primeros en salir cuando Koeman hace cambios. Llegó para ser una estrella, pero de momento la suya sigue apagada.