La afición presente en el Wanda Metropolitano dejó clara su postura con respecto a Griezmann. El Cholo esta vez decidía no ponerlo de titular, pero cuando anunciaron su nombre por la megafonía anunciando los suplentes no se libró de una tremenda pitada, esta no sería la única.
El Atleti no se aclaraba en ataque y fue entonces cuando el técnico argentino decidía meter tres cambios para revolucionar el equipo entre los que se encontraba Antoine. Quizás pensó que saliendo custodiado se libraría del juzgado del público, pero no fue así.
En el 56 saltó al campo y el sonido del Metropolitano dejó constancia que no les gustó cómo salió del club. En la imagen de la tele se veía cómo varios aficionados aplaudían, pero los decibelios de los pitidos era atronadores.
Era difícil esperar un recibimiento diferente para el delantero galo, otrora en los altares de la afición rojiblanca por su magnífico rendimiento durante cinco temporadas, con 133 goles en 257 partidos, luego señalado por lo traumático de su salida, consumada en mayo de 2019 después de que un año antes intrigara a afición con un devaneo con el Barcelona retransmitido en un documental.
Aquella salida negada un año antes hirió a la afición rojiblanca, que lo silbó en cada visita al Wanda Metropolitano con la elástica azulgrana. Incluso en la primera de ellas, algunos aficionados llegaron a depositar basura y ratas de peluche sobre su placa en las inmediaciones del Wanda Metropolitano.
Sabía Griezmann -que pidió en su llegada recuperar su "bonita relación" con la afición y prometió "demostrar" con su juego más allá de las palabras- y sabía su entrenador, Diego Pablo Simeone, que no sería sencillo congraciarse con la hinchada atlética. "La afición le exigirá como nos exige a todos diariamente", zanjó el entrenador antes del partido contra el Espanyol.