La invasión rusa a Ucrania ha provocado un impacto económico mundial. Por ejemplo, cada vez que llenemos el coche de gasolina. En Sevilla ya se han formado colas en las gasolineras en busca de aquella estación que ofrezca el gasoil más económico. El impacto de la guerra se nota no solo en la subida de los combustibles, también en la falta de materias primas.
Numerosas pequeñas empresas, ya muy golpeadas tras la pandemia, están pasando una nueva crisis sin haberse recuperado de la anterior. Echar el cierre y los ERTE podrían ahora ser la únicas alternativas para ellas.
Sobre el sector del automóvil, vital en la economía española, ya sobrevuelan nuevos ERTE. La industria de los fertilizantes y la siderurgia también son víctimas colaterales de la guerra con plantas cerradas sin fechas de reanudación.
No se salvan ni las galletas cuya producción peligra a falta de semillas ucranianas para el aceite de girasol. Todo un mazazo que ha venido a agravar la situación de estas empresas ya muy golpeadas tras el covid.