Una silla vacía ha presidido la ceremonia de entrega del Nobel de la Paz en Oslo. La receptora del premio, la activista iraní proderechos humanos, Narges Mohammadi, no ha podido acudir. No se lo han permitido las autoridades de su país que la han condenado a 10 años de cárcel por poner en riesgo, dicen, la seguridad nacional.
Sus dos hijos son los que han subido al escenario para recoger el premio. Exiliados en París, junto a su padre, llevan meses sin poder hablar con Narges. El premio reconoce, entre otras cosas, el alto sacrificio personal que su compromiso con los derechos humanos le ha supuesto a la activista. Mohammadi, de 51 años, lleva las últimas dos décadas entrando y saliendo de prisión. La han condenado también ha recibir 154 latigazos.
La activista ha comenzado hoy, el día de la entrega de su Nobel, una huelga de hambre en la prisión de Teherán donde se encuentra recluida en régimen de aislamiento. Hace unos días pudimos entrevistar a su marido, Taghi Rahmani, de visita en España para presentar el libro escrito por su mujer. Se llama 'Tortura Blanca' y es una descripción, con testimonios, de uno de los métodos utilizados por el régimen de los ayatolás para intentar combatir la disidencia política.
Luchadora incansable contra la pena de muerte y por los derechos de las mujeres, Narges Mohammadi no ha podido hoy recoger el nobel de la paz. Está condenada a 10 años de cárcel en Irán, en régimen de aislamiento total. Acaba de comenzar una huelga de hambre.
"Llevo 22 meses sin poder hablar con Narges. Nuestros hijos tampoco han podido hablar con ella. Hace nueve años que no ven a su madre. Ellos viven en París conmigo. Toda nuestra familia ha sido castigada", confesaba a 'Cuatro al Día' el marido de la activista.
Iraní en el exilio, también activista proderechos humanos como su mujer, Taghi es quien hoy recoge, en Oslo, junto a sus dos hijos el Nobel de su mujer. Él también ha querido presentar el libro escrito por ella, 'Tortura Blanca', el método empleado en las cárceles iraníes contra los presos políticos, presos como Narges.
"Las celdas son de dos metros de largo y uno y medio de ancho. No se puede dar ni tres pasos. No hay nada en las paredes. Ningún contacto humano. Es como estar en una tumba. La incomunicación absoluta, la privación sensorial rompen la fuerza mental y hacen que el preso confiese cualquier cosa", denuncia Taghi.
El Nobel, dice, es un reconocimiento a la lucha de Narges y de la sociedad civil iraní. Por eso, pide algo a Occidente: que presione al régimen de los ayatolás, que le exija cambios para que el sacrificio de los activistas no sea en vano para que los derechos humanos más básicos sean respetados.