Muchos turistas españoles, aún con el miedo en el cuerpo, intentan salir de Marruecos tras el devastador terremoto de magnitud 7 en la escala de Richter que sacudió este viernes por la noche gran parte del país norteafricano. Un seísmo del que un equipo de Cuatro al Día fue testigo directo en Marrakech, la localidad más devastada.
Uno de los españoles que está en la mencionada ciudad es Joaquín, quien explica a nuestro compañero Serafín González que, al intentar adelantar el regreso de su viaje, se han encontrado con que aparecen en una lista de espera. Al consultar a la aerolínea, les han dicho que lo mejor es que acudan cuanto antes al aeropuerto. Además, reconoce que han sido "horas de bastante estrés, sobre todo preocupado por la familia".
Varios turistas han relatado a su llegada al aeropuerto de Barcelona el "miedo" y el "caos" vivido por el seísmo que les cogió por sorpresa y que ha dejado hasta el momento más de 2.000 víctimas mortales.
"Estábamos cenando cuando pareció como si pasara un metro al lado de la puerta. Empezaron a caer las paredes y salimos a la calle, donde pasamos la noche", ha relatado Xavier, un turista catalán.
Ha agregado que, ayer sábado, mientras bajaban a caballo el Atlas, vieron a "mucha gente tirada en la calle", una "situación muy caótica" y "mucha miseria", lo que le hizo sentir además de "miedo" una "gran impotencia" por no poder "ayudar a las personas".
"Ha sido una de las peores experiencias de mi vida", es "algo que todavía hay que asimilar, porque no cabe en la cabeza", ha subrayado.
Otro de los turistas recién llegados a la capital catalana, Antonio, ha manifestado que estaban en un riad cuando comenzó el temblor: "La casa se movía, empezaron a caer los cuchillos... salimos a la calle corriendo, la gente estaba llorando y gritando".
Antonio ha señalado que él y sus amigos pasaron toda la noche del viernes en un campo de fútbol y que el sábado estuvieron deambulando por la ciudad por miedo a volver al alojamiento, que tenía dos fisuras: "Lo hemos vivido con mucho miedo, estoy muy nervioso, lo que más me apetece es ver a mi madre, darle un beso y decirle que la quiero".
Al otro lado de la zona de llegadas, Francisco esperaba impaciente a su mujer, Cristina, y a su hija Lucía, de 16 años, quienes hacían una excursión a caballo durante ocho días por el Atlas cuando el seísmo les sorprendió a tan solo 20 kilómetros del epicentro.
"Estaban cenando cuando empezó a temblar todo muchísimo y acabaron durmiendo fuera. La noche del terremoto no pude hablar con ellas, porque no había cobertura. Ayer ya sí. Un padre vive algo así muy mal", ha apostillado.