En Maraña se inició en la afición que con el tiempo se convirtió en su forma de vida; todo el mundo le conoce en esta localidad y allí regresa Jesús Calleja con su helicóptero y con todo el equipo de ‘Volando Voy’ para llevar a cabo una misión muy particular: reabrir el bar del pueblo y revitalizar así la actividad y el turismo local en la entrega que Cuatro emite el jueves a las 22:50 horas y que supone el final de su sexta temporada.
A lo largo de su sexta entrega en la cadena, ‘Volando voy’ ha visitado lugares de la geografía española como A Veiga (Ourense), Arribes de Duero (Zamora), la Sierra de Segura, Cazorla y Las Villas (Jaén), la Alpujarra granadina y la provincia de Toledo, siempre con un objetivo común en cada una de las misiones llevadas a cabo: dinamizar la vida de los pueblos con riesgo de despoblación mostrando las oportunidades que ofrece el entorno rural para aquellos que piensan en un cambio de vida.
Con esta premisa como bandera, el programa que la cadena produce en colaboración con Zanskar Producciones, ha incrementado su share en 0,6 puntos respecto a la temporada anterior, situándose, a falta del último programa, en un 7,4% y 837.000 espectadores, 2,6 puntos más que La Sexta (4,8%) en su franja de emisión.
Maraña es un pequeño pueblo de montaña en el que no hay tiendas, casi todos se dedican a la ganadería y solo existen unos pocos negocios de turismo rural. Aunque cuentan con un pequeño bar, hay un antiguo edificio en el que estaban las escuelas que albergaba el antiguo bar del pueblo, hoy cerrado. La misión que se propone Jesús Calleja en este episodio es que este establecimiento vuelva a abrir y para ello implica a todos los vecinos y a gente de otros pueblos de alrededor.
Serán tres los aspirantes a encargarse del bar: dos cocineros jóvenes con experiencia en restaurantes con Estrella Michelin y una leonesa con experiencia como camarera y cocinera. Durante el programa, aparecerá además una candidata espontánea.
Omar, el alcalde, enseña a Jesús el estado del local y las condiciones para regentarlo, mientras le cuenta cómo compagina su cargo con su trabajo de ingeniero marino. Josu, el propietario del único bar del pueblo, también arrima el hombro para apoyar la iniciativa, al igual que Chema, un ganadero de la localidad de Sabero. Calleja también conoce a gente de otros lugares cercanos, como Maruja, hostelera de toda la vida ya jubilada, que narra cómo era su pueblo, Riaño, antes de quedar bajo las aguas del pantano en 1987.