Análisis de Lords of the Fallen: un digno heredero de Dark Souls
Lords fo the Fallen es la secuela de aquell juego que, con el mismo nombre, llegó en 2014
Un título que se posiciona como digno sucesor de la saga Dark Souls
No se puede hablar de un soulslike sin, aunque sea, mencionar la saga que le dio nombre al género, Dark Souls, o al estudio que los desarrolló, From Software. Porque así tenemos en la mente un baremo, algo con lo que medir el progreso que nos ha traído ante el título que analizamos hoy, Lords of the Fallen, no confundir con el título de mismo nombre que salió hace 9 años y que tenía un vikingo en la portada (no era vikingo, pero se le parecía mucho), siendo esta una secuela de ese título.
Esta secuela no sigue demasiado a su predecesor, siendo en general el tono mucho más oscuro, sangriento y grimdark de lo que era el anterior, mucho más en la línea de From Software. Para resumir de primeras, Lords of the Fallen desarrollado por Hexworks y editado por CI Games, es un digno sucesor de todo Dark Souls. Esto, como siempre, implica lo bueno y lo malo. Se puede jugar en PC, PS5 y Xbox Series X/S, nosotros lo hemos jugado en la plataforma de Sony.
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Misma fórmula, diferente camino
Como estábamos diciendo, Lords of the Fallen, cuenta con lo mejor y lo peor de los Darks Souls. Pero no se queda en ser una mera copia, al igual que From Software ha explorado nuevas cotas en su fórmula, optando por abogar por más exploración, movilidad e incluso verticalidad, Hexworks se ha encaminado a explorar las posibilidades que tenía la fórmula original más lineal. Con lo que en este título nos encontramos mecánicas muy interesantes que provienen de la lámpara de la que somos portadores, una conexión con un plano diferente, más fantasmagórico y peligroso pero que a su vez nos dará más opciones en la exploración y mecánicas que explotar de cara a enfrentamientos contra enemigos. Lo que sí es verdad es que la primera vez que nos la presentan no queda del todo claro cómo funciona o que podemos llegar a hacer con ella, sobre todo a nivel de combate.
La variedad en los enemigos, sus ataques y mecánicas también dan un soplo de aire fresco en un entorno que ya pecaba de excesiva monotonía. Por mucho que algunos tienden a parecerse a otros tipos de enemigos ya vistos en otros soulslikes, en general y en concreto los jefes tienen sus propios patrones a los que acostumbrarse y aprender.
Lo bueno y lo malo
Podemos rescatar lo que decíamos al principio y es que Lords of the Fallen es un digno heredero de Dark Souls, en concreto de la muchas veces difamada segunda entrega de la saga. No tiene nada que ver con los escenarios y el mapeado que en este juego siguen un orden lógico y razonable, de hecho, es uno de sus puntos positivos ya que es muy orgánico, está muy bien integrado y con muchos caminos por explorar. Nos referimos más al aspecto jugable, el título de Hexworks toma mucho del Dark Souls 2, buenas mecánicas como integrar dos armas para hacer una doble empuñadura (algo que retoma Elden Ring después de no estar en Dark Souls 3).
Sin embargo, toma mucho más de lo malo y es de donde le vienen las peores críticas y lo que incrementa la dificultad del título de manera, no tanto artificial, sino más bien injusta. Empecemos por el hilo común de todos los títulos de este género, y que se agrava en este de nuevo, la cámara. Sin duda es de las peores cosas que tiene el título, una cámara que no enfoca bien al enemigo, que en cuanto se mueve un poco se quita la fijación y que, en combate cercano, o sea siempre, se vuelve una auténtica locura.
Una de las peores cosas que puede pasar en un soulslike es acabar rodeado de enemigos y eso era una constante en el título de From Software donde aparecían enemigos que estaban en otro mapa (exagerando mucho) y pasa en este título debido a que muchos enemigos se van generando de manera automática, no son enemigos fuertes pero no hace falta. Lo segundo que ha heredado Lords of the Fallen viene de los jefes, o más bien de los minijefes, enemigos bastante potentes que nos encontramos antes de enfrentarnos a los jefazos más grandes y que están bien en dosis pequeñas, sin embargo y como pasaba en el mencionado juego de From, en este título están de oferta y nos encontramos enemigos muy duros, auténticos muros, cada pocos pasos.
Son enemigos fuertes y diferentes, pero se puede entender que el jugador medio, que viene acostumbrado a los Souls más estándar se pueda frustrar en este título concreto porque cambian tanto las mecánicas de los jefes y hay tantos que es un morir constante. Algo que ya no suele pasar en los títulos de From Software y que de hecho pasó con Sekiro, cuando nos tuvimos que acostumbrar de nuevo a otro estilo completamente distinto y se decía que era uno de los más difíciles, después se ha ido estandarizando con pequeños repuntes en jefes concretos como Milenia o Radahn de Elden Ring, picos más controlados de dificultad. Lords of the Fallen tiene sus fallos y en algunos casos los patrones de ataque, daño o aguante pueden llegar a ser injustos, pero estamos ante un nuevo título con otra dinámica que hay que aprender.
Referencias a muchos estilos y una narrativa más caótica
Artísticamente hay un poco de todo, pero se centra mucho en una estética más oscura, más digna de un Souls, con su propia esencia más gótica. Un estilo que nos deja diseños bastante interesantes en muchos enemigos y NPCs, que si bien parece inspirado en los Souls, quizás sería más correcto decir que su principal parecido es con Blasphemous, la saga española de metroidvania aclamada por todos y de estética muy puntiaguda. Aun así, hay un poco de todo, Lords of the Fallen mezcla estilos diferentes y tiene muchas referencias a otros Soulslike como Bloodborne pero también a otras sagas como El señor de los anillos y no solo en su estética, también en su historia de la que hablaremos a continuación.
A decir verdad, no podemos hablar tampoco mucho de la historia, no porque no haya, si no por el estilo narrativo que recoge Hexworks de From Software, dejando migajas en cada objeto y solo contándonos lo superficial, aunque dándole una vuelta de tuerca, pues hay información que si nuestro personaje no tiene conocimiento suficiente nos quedamos sin saberla. Por el lado rolero es algo lógico, por el lado jugable nos deja un poco fríos, por el lado de entender el caos en el que nos hemos metido pues seguimos un poco igual. A grandes rasgos somos un donnadie que se encuentra una lámpara que nos ha elegido porque somos dignos con la capacidad de cambiarnos de plano para ver espectros siniestros y encontrar caminos ocultos (ya podría haber sido algo más pequeño y cómodo cómo, no sé, un anillo). Nuestra misión es parar a un Dios antiguo y vengativo mientras nos persigue un tipo subido a un dragón. Para ello tenemos que purificar una serie de pilares luminosos que impedían la llegada del susodicho Dios pero que se corrompieron porque la secta que los guardaba se corrompió y ahora otra secta diferente, a la que nos hemos unido de casualidad, quiere devolver la paz al mundo y eso. Aunque como en todos los soulslike, al final podemos elegir un poco lo que queramos, condenar al mundo siempre es divertido de hacer, aunque sea una vez.
Por último, vamos a comentar el apartado técnico. Lo peor ha sido la optimización, las caídas de FPS han sido constantes, bugs no nos hemos encontrado muchos, pero si es verdad que alguno nos ha condenado a una muerte segura. Sin embargo, lo que hay que destacar al final de esta versión es la pérdida de fluidez, algo que es casi constante durante todo el juego, no lo vuelve injugable pero se nota más de lo que debería.
En definitiva...
Lords of the Fallen es un digno sucesor de la saga Souls, se mantiene fiel a la fórmula original y la mejora para crear su propia identidad con unas mecánicas, jefes y estética que, siendo similares a los Dark Souls, desprenden su propia esencia. Sin embargo, al seguir la estela marcada sigue pecando de los mismos fallos de esa fórmula, agravados por ser demasiado parecido al segundo título de esa misma saga. Aun con todo, es un título con muchas novedades que trae aire fresco a una fórmula algo estancada y a las que hay que acostumbrarse. Es más distinto que difícil, por lo que toca acostumbrarse a su ritmo.