En las históricas movilizaciones del 15-M se llegó a leer en algún cartel aquello de “Dimitir no es un nombre ruso” como referencia a los políticos que se agarran a sus sillones contra viento y marea. Quizás por ello muchas de las dimisiones que se han producido en los casi 50 años de democracia han hecho correr ríos de tinta. A continuación repasamos las más sonadas.
Quizás la primera dimisión significativa fue la de Gabriel Pita da Veiga, ministro de Marina durante el Gobierno de Adolfo Suárez, que en 1977 renunció a su cargo después de que se legalizara al histórico PCE (Partido Comunista Español). Pita da Veiga llevaba en el gobierno desde 1973 y era contrario a la vuelta de los comunistas.
Sin embargo, si una dimisión fue sonada, esa resultó la de Adolfo Suárez, el primer presidente de la democracia y ganador de las elecciones en 1977 y en 1979, después de que se promulgara la Constitución en diciembre de 1978. Suárez estaba al frente de la Unión de Centro Democrático (UCD), donde había numerosas corrientes de pensamiento. Hay que tener presente que España se encontraba en plena evolución, es decir, en un momento con continuos cambios donde las ideas políticas tenían un gran peso. Agotado por las presiones, el político abulense renunció a la presidencia –que recayó en Calvo Sotelo– y decidió fundar su propio partido: el Centro Democrático y Social (CDS). Pero su tiempo había pasado y en 1982 el PSOE arrasó en las elecciones.
En los años 80 aún se estaba fraguando el otro gran partido político que relevaría al PSOE en el poder. En aquellos momentos se llamaba Alianza Popular y al frente del mismo se había situado Manuel Fraga, un histórico del régimen franquista que se adaptó a los nuevos tiempos democráticos. El político gallego fracasó en las elecciones de 1989 y decidió dimitir como presidente de AP, dando paso a una renovación en el partido que encabezaría José María Aznar, a la postre presidente del gobierno entre 1996 y 2004.
El largo periodo del PSOE en el gobierno no solo trajo cosas positivas, sino que también surgieron escándalos que después se han venido repitiendo durante las últimas décadas por parte de políticos de toda ideología y condición. Fue en 1990 cuando Juan Guerra, hermano del por entonces vicepresidente Alfonso Guerra, fue acusado de usar su posición para lucrarse –se le acusó de cohecho, tráfico de influencias…, aunque finalmente solo se le condenó por fraude fiscal–. Este caso afectó directamente a su hermano y Alfonso Guerra terminó dimitiendo en enero de 1991.
Después de 14 años liderando el país, el gobierno de Felipe González estaba muy debilitado. Ya fuera por los casos de corrupción, por los problemas económicos o por los continuos ataques de la oposición (tanto de Aznar como del líder de IU, Julio Anguita), lo cierto fue que las elecciones de 1996 supusieron un fracaso para el líder socialista. Así, en 1997 González dimitió como secretario general del Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Su salida marcó el fin de una era.
Algo parecido sucedió con José María Aznar en 2004, aunque en su caso no llegó a perder las elecciones de 2004. El líder del PP consideró que era el momento de pasar el testigo a Mariano Rajoy y dejó su puesto como presidente. Los populares perdieron las elecciones tras los atentados del 11-M.
Esperanza Aguirre hizo de la Comunidad de Madrid su feudo. Sin embargo, cuando los escándalos de corrupción empezaron a salpicar a buena parte de sus colaboradores, la política decidió dar un paso a un lado, apuntando razones de cansancio y salud. Dimitió y su cargo recayó en Ignacio González, su vicepresidente.
Otro histórico de la política madrileña como Alberto Ruiz Gallardón dimitió cuando estaba al frente del Ministerio de Justicia durante el gobierno de Mariano Rajoy. El que fuera alcalde de Madrid y gran impulsor del soterramiento de la M-30 quiso sacar adelante una polémica Ley del Aborto a la que incluso el propio Rajoy se opuso.
En 2016, Artur Mas, presidente de Convergència Democràtica de Catalunya (CDC), dimitió como presidente de la Generalitat de Cataluña con el objetivo de facilitar la formación de un nuevo gobierno independentista. Su dimisión fue un movimiento estratégico en el contexto del proceso soberanista catalán.
Después de ganar las elecciones en 2018, Pedro Sánchez eligió como ministro de Cultura y Deporte a Màximo Huerta, quien tuvo que dimitir una semana más tarde al conocerse que había eludido el pago de unos 200.000 euros a Hacienda.
Una de las dimisiones más sonadas de la historia de España fue la de Cristina Cifuentes cuando era presidenta de la Comunidad de Madrid. La política del PP fue acusada del robo de unas cremas en un comercio –las imágenes correspondían a 2011–, así como de la falsificación de su Trabajo de Fin de Máster. Todo ello terminó por minar su imagen pública y se vio abocada a dimitir.
Albert Rivera fue el gran activo de Ciudadanos hasta llevarlo a ser la referencia del centro-derecha. Sin embargo, la apuesta por liderar ese espectro desplazando al PP no le salió como quería y eso llevó a la casi desintegración del partido naranja a día de hoy. Además, Rivera dimitió como presidente de Ciudadanos en 2019 después de los malos resultados obtenidos en las elecciones generales e Inés Arrimadas no consiguió recuperar el empuje inicial.
Una de las últimas dimisiones más sonadas fue la de Pablo Iglesias como secretario general de Podemos. Después de dejar su cartera de ministro de Derechos Sociales y Agenda 2030, se presentó a las elecciones autonómicas de Madrid, sin el éxito que esperaba.