Las bicicletas eléctricas se han convertido en una solución para la movilidad urbana. Muchos prefieren no utilizar el coche, y pasarse a estos vehículos por su sencillez y rapidez en trayectos cortos. Además, al contar con un motor, hacen que el trayecto se pueda hacer con más velocidad y menos esfuerzo, incluso cuando hay una pendiente en el camino.
A la hora de escoger una bicicleta eléctrica hay que tener en cuenta distintos factores que pueden hacer que sea una mejor o peor opción. Lo primero que hay que hacer siempre es pensar cuál es el uso principal que se le va a dar para poder hacer una elección adecuada, pero este no es el único requisito a tener en cuenta: la OCU ha dado una guía para poder escoger una buena bicicleta eléctrica.
Una característica muy importante de las bicicletas eléctricas es la potencia del motor. Para conocer cuál es la potencia, esta se expresa en vatios (W), y hay que saber que en principio, a mayor potencia, más fuerza va a tener la bicicleta.
Hay que recordar que la Unión Europea ha limitado la potencia de estos motores a 250W para que el vehículo pueda considerarse bicicleta eléctrica y no ciclomotor. Además de la potencia, hay que tener en cuenta donde está situado el motor en la bicicleta ya que, influye en la manejabilidad de la bicicleta y también, en la duración del cambio o la cadena.
También, hay que tener en cuenta el par motor, este es la fuerza máxima que ejerce el motor sobre un eje. Cuando se arranca la bicicleta o se sube una cuesta, es muy importante. El par no está limitado por ley y se mide en Nm (Newton por metro), lo más normal es que se recomiende un par motor de 50 Nm.
El motor de la bicicleta se sitúa en el eje de los pedales, por lo que muestra una respuesta inmediata y ágil. Es ideal para una conducción rápida, ya que el peso queda muy bien distribuido y no entorpece con el cambio de ruedas.
Pero, por otro lado, el motor situado en el centro puede sobrecargar el cambio y la cadena. Además es ruidoso y algo más caso, y puede suponer una molestia cuando se pedalea sin la asistencia del motor.
En este caso el motor se coloca en el eje delantero. Esto es ideal para cualquier bici sencilla, sobre todo, cuando se combina con una batería en el eje trasero para equilibrar el peso.
Una de las ventajas que tiene es que se puede añadir a cualquier bicicleta normal y hacerla eléctrica. Este tipo de motor es el más barato y también, requiere de menos mantenimiento. También, provoca menos desgaste en el cambio y la cadena.
Por otro lado, es cierto que puede estorbar cuando hay que cambiar la rueda delantera, la cual sufre un mayor desgaste al igual que la horquilla. Al poner el peso delante puede que sea menos manejable.
Este es el que se sitúa en el eje de la rueda trasera y es una gran opción cuando se va a circular por terrenos irregulares, donde se necesita tener un mayor agarre.
Es el motor más silencioso, no provoca desgaste de la cadena ni del cambio, y es el que mayor tracción proporciona en terrenos difíciles como puede ser arena o gravilla. Algo muy importante si es una bicicleta de montaña.
Sin embargo, complica cambiar la rueda trasera, puede descompensar el centro de gravedad al cargar el peso en la parte trasera y no pueden estar equipados con un sensor de par para medir el esfuerzo al pedalear.
La batería es un elemento fundamental en una bicicleta eléctrica, ya que es lo que aporta energía al motor. La mayoría suelen ser de ión-litio y se estima que puedan durar unas 1.000 cargas. Suelen pesar unos 2 o 3 kilos. Su capacidad se mide en Wh (vatios hora) y a mayor capacidad, mayor autonomía. Con trayectos no muy largos se recomienda una batería de 250 Wh, pero siempre es preferible optar por una más grande de 500 Wh.
Para cargarlas, es suficiente con conectarlas por la noche para llenarlas, y en cuanto a consumo, suelen gastar unos 8 euros por 100 cargas. Es importante que sea fácil de quitar y poner, ya que habrá que sacarla con frecuencia para poder cargarla.
Algo que se tiene que tener también en cuenta es dónde va colocada esta batería, ya que puede afectar a su seguridad y a la estabilidad de la bicicleta.
Sensores
Los sensores son los que envían la señal al motor para que pueda funcionar. Los hay de dos tipos y casi todas las bicis llevan los dos. El primer tipo son los sensores de movimiento, estos son los más baratos y sencillos. Son capaces de detectar cuando los pedales se mueven y envían la señal independientemente del esfuerzo que esté haciendo el ciclista. Pueden ser algo lentos de reacción, a veces, activan el motor al empujar simplemente la bici.
El otro tipo son los sensores de par, estos se encargan de detectar la fuerza aplicada a los pedales. Su reacción es inmediata en ascensos y descensos. Se suelen combinar con motores centrales.
Pantalla
La pantalla facilita tener toda la información necesaria sobre la bicicleta y la conducción: velocidad, autonomía disponible… Algunas se conectan a una app para escuchar música o llamar. Algo importante es que tenga una buena visibilidad con la luz solar.
Niveles de asistencia
Las bicicletas eléctricas suelen ofrecer distintos niveles de asistencia, por lo general, un mínimo de 3, aunque ya es normal encontrar 4 o 5. Esta asistencia de los motores delanteros, normalmente, se suele ajustar en función de la velocidad.
Estos niveles varían desde el 1, que es cuando el motor está encendido pero no hay ayuda al ciclista, al nivel más alto que es cuando se aplica la asistencia llegando a alcanzar los 25 km/h. También se puede encontrar asistencias “eco”, para ahorrar batería.
En caso de necesitar una bicicleta eléctrica, para ciudad con pendientes, habría que buscar una con 3 o 4 niveles de asistencia. En caso de usarla para subir grandes pendientes, habría que buscar más niveles.