Encadenado de pies y manos y sin decirle a dónde iba, así llevaron a José Daniel a Guantánamo. Según informa Marta Lilao en el vídeo, este venezolano fue detenido tras entrar ilegalmente a Estados Unidos y ha contado a Noticias Cuatro el infierno que vivió antes de ser deportado.
José Daniel salió de Venezuela buscando un futuro mejor, pero fue detenido tras entrar ilegalmente a Estados Unidos, entonces comenzó la peor de sus pesadillas. Desde su país, nos cuenta lo que es el infierno en la tierra.
José Daniel estuvo en Guantánamo dos semanas, que a él le parecieron años, sin apenas comer, sin poder dormir, ni comunicarse con su familia, hasta que lo mandaron de vuelta a Venezuela en un avión. “Me mandaron a Guantánamo y fue peor”, relata, “estuve 15 días y para mí fueron 15 años”, explica mientras confiesa que “intentó matarse como seis o siete veces". "Legalmente no puedes, porque no puedes ni siquiera eso”, confiesa.
Para José Daniel recorrer siete países andando, cruzar la selva del Darién, el desierto de México o llegar a la frontera de Estados Unidos y terminar en una prisión federal por entrar ilegalmente en el país no es comparable con lo que vivió en Guantánamo. “Me trataron como un criminal de principio a fin porque tengo unas estrellas tatuadas” lo que hizo que creyeran que pertenecía a la banda criminal Tren de Aragua.
La vinculación a esta banda criminal es, según las autoridades estadounidenses, el principal motivo por el que José Daniel terminó en esta prisión militar. “Cuando llegamos al aeropuerto estaba el avión militar y allí comienza tu verdadero susto”, recuerda. Un trayecto de unas ocho horas encadenado, de pies, manos y cintura, con un destino aún peor. Sin comer, dormir ni poder comunicarse con su familia, llegó un momento que perdió la esperanza:
"Es indescriptible. Estás en un lado donde iban terroristas. Todos los días me acostaba llorando y la comida era escasa". "Empezamos a gritar y a dejarnos la garganta para poder hablarnos porque nos estábamos volviendo locos", añade. Hasta que dos semanas después, le dieron la noticia: se marchaba de Guantánamo. Pasando por Honduras, aterrizó de vuelta en Venezuela, donde por fin pudo reencontrarse con su madre y sus cinco hijos.
"No sabía ni de mis padres. Con la misma broma, se te quedaba en la cabeza el qué iba a pensar la gente, pero estaba contento porque ya no estaba preso, independientemente de empezar en Venezuela o no. Yo sabía que me iba a levantar", reconoce este joven con ganas de empezar de cero una nueva vida que con 30 años está intentado construir.
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