Mirjam Kovak y Gloria Branciani, dos exmonjas que pertenecían a la Comunidad Ignacio de Loyola, han acusado públicamente al sacerdote Marko Rupnik de abusar sexualmente de al menos 20 religiosas. El caso está siendo investigado por el Vaticano. “Pensé que la muerte era la única vía de escape”, confesó Branciani sobre su terrible experiencia. Las dos piden que se reactive la investigación cerrada.
Las dos religiosas han sido llamadas a testificar ante la Congregación de la Doctrina de la Fe, el organismo del Vaticano que se ocupa de los procesos canónicos en materia de abusos sexuales a menores y a adultos vulnerables. "Hoy hemos contado nuestra historia, nuestro deseo es que se reconozca la verdad, el mal que hemos sufrido”, denuncia Branciani en su primera aparición pública en Roma para compartir su testimonio.
El sacedorte Marko Rupnik es un antiguo artista jesuita esloveno que fue expulsado de la orden fundada por San Ignacio el año pasado. Es el creador de mosaicos religiosos que adornan iglesias y capillas de todo el mundo, como la del Vaticano o la Catedral de la Almudena de Madrid. Treinta años después de los abusos sexuales que cometió, dos exmonjas han declarado cómo Rupnik les destrozó la vida.
Las víctimas han señalado que el cura invocaba a la Santísima Trinidad para obligarlas a hacer tríos sexuales con él y las obligaba a ver porno. “Recuerdo que sentía desesperación, pánico, impotencia, decepción, fracaso, asco, desprecio por mí misma, vergüenza, miedo y rabia”, explica Branciani. Ella perteneció a la comunidad eslovena de Loyola, creada por Rupnik, en los años 90. Sus continuos abusos la llevaron al límite.
A Gloria Branciani le cambió la vida cuando fue víctima de los abusos sexuales de Rupnik en Eslovenia. “Pensé que la muerte era mi única vía de escape”, indicó la religiosa. Pero no lo hizo. Eligió vivir y denunciar al sacerdote esloveno en 1993, al igual que Miriam Kovac, quien fue otra de sus víctimas.
“Nos entristece que la Iglesia siga en silencio, un silencio que vemos como un muro de goma que rechaza cada intento de curar una situación insalubre”, sostienen las dos víctimas. Las dos exreligiosas han decidido dar la cara en nombre de muchas mujeres que sufrieron abusos sexuales de Rupnik, no solo en Eslovenia, sino también en Roma, donde se trasladó para seguir con su carrera como artista.
"Hoy hemos contado nuestra historia, nuestro deseo es que se reconozca la verdad, el mal que hemos sufrido, que también se nos dé visibilidad porque somos muchas, pero nos piden que guardemos silencio, que desaparezcamos de alguna manera, nos desacreditan y esto no es aceptable", recalca Branciani, quien destacó que al conocer a Rupnik en 1985 se sintió “desorientada” y “confusa”. Tenía 21 años.
"Me costaba imaginar que aquello era ya una estrategia para llegar a tener conmigo un tipo de relación física muy diferente, del mismo modo que no podía comprender que el abrazo después de cada confesión era una invitación a ir más allá", ha destacado sobre el sacerdote que acabó “deformando” su “mundo espiritual”.
"Estos mismos ideales junto con nuestra formación en la obediencia fueron explotados para cometer abusos de diversa índole: de conciencia, de poder, espirituales, psíquicos, físicos y a menudo incluso sexuales. Nos encontramos frente a un muro y ahora queremos que el muro se derrumbe", sostiene Kovak.
Rupnik fue excomulgado por estas denuncias, pero extrañamente se revocó. El año pasado fue expulsado por los jesuitas y huyó a Eslovenia, zona donde ha seguido ejerciendo como sacerdote. Ahora, ellas piden al Papa Francisco que se reactive la investigación cerrada. De momento, el Vaticano no ha tomado la medida de reducir al jesuita al estado laical.