Jorge Fernández Díaz, escritor: “El cine era el lenguaje que utilizaba mi padre para comunicarse conmigo”

Un escritor, que se crio en la hoy desaparecida comunidad asturiana en Buenos Aires, es perseguido por el fantasma literario de su padre e intenta descifrar su verdadera personalidad años después de su muerte. “Sabía que mi padre era una novela, y estaba dispuesto a armar un rompecabezas para narrar la historia de un hombre hermético y misterioso”, confiesa ese escritor, que no es otro que Jorge Fernández Díaz. Esa novela se llama ‘El secreto de Marcial’ (Destino), y ganó recientemente el premio Nadal de novela.

Durante cuarenta y cinco años, Fernández Díaz fue alternativamente cronista policial, periodista de investigación, analista político y jefe de redacción de diarios y revistas. Es actualmente uno de los columnistas referenciales de La Nación y el conductor de ‘Pensándolo bien’, un exitoso programa de Radio Mitre.

A medida que avanza en la reconstrucción de su historia, el narrador encuentra indicios de que su padre llevó una vida secreta y se obsesiona con descubrirla. Adentrándose en los misterios familiares más recónditos y en la relación muchas veces espinosa entre padres e hijos que se aman.

Marcial, su padre, heredero de un herrero pobre y republicano que había marchado a la guerra y que había muerto en Normandía luchando contra los nazis, era vigilado luego muy de cerca por el falangismo triunfante: su familia resolvió en 1948 embarcarse con la matriarca rumbo a la Tierra Prometida.

Marcial, que era dichoso en aquellas playas del Cantábrico, no supo contradecir a sus hermanos y acabó lamentándolo para siempre. Carmina y Marcial se conocieron en un baile de asturianos un domingo de Buenos Aires, en los salones del Cangas de Narcea. Ella no había salido nunca de su pueblo, acababa de cumplir quince años y era producto del hambre de la posguerra: fue enviada sola a la desconocida ciudad de Buenos Aires, donde residían sus tíos autoritarios y egoístas, con quienes tuvo una ácida convivencia y quienes la cercaron con los barrotes de la severidad y del cariño.

“Usted tal vez no lo sepa, pero yo le di una misión secreta a su padre”, le dice al autor un conocido de su padre. “¿Cuántos secretos me tocaría ignorar en la vida futura? ¿Cuántos misterios se llevarían a la tumba las personas más cercanas y queridas?”, se pregunta.

La novela es un homenaje a los emigrantes españoles

La novela también es un homenaje a los emigrantes españoles en Argentina. Gentes que cruzaron el océano para probar suerte en ciudades extrañas del sur del mundo; camareros, mecánicos, albañiles, marineros, carpinteros, labradores, cocineros, costureras. Gente humilde que había salido adelante con esfuerzos homéricos, y que luego tuvo que atravesar las plagas argentinas: hiperinflaciones, devaluaciones, recesiones, dictaduras militares, guerra de Malvinas; enfermedades, violencias callejeras, tifones y naufragios diversos que habían aquejado a aquellos gladiadores ignotos.

Sucedió, algo también inevitable: los herederos de aquellos desterrados se volvieron definitivamente argentinos, y eso los alejó de los antiguos ritos de sus antepasados. Y en ocasiones, las películas eran lo único que compartían aquellos padres e hijos. “El cine era el lenguaje que utilizaba mi padre para comunicarse conmigo”, cuenta Jorge Fernández Díaz en una entrevista con Noticias Cuatro.

Marcial Fernández, emigrante asturiano, como tantos hombres de su época siempre tuvo dificultades para comunicarse con su hijo, a quien castigó con años de silencio y disgusto al descubrir su pasión literaria. El único vínculo entre ellos fueron las películas del Hollywood clásico que veían por televisión, una educación sentimental llena de sutilezas y malentendidos que Marcial impartía de manera indirecta.

Los sábados maratonianos de sesiones de ‘Hollywood en castellano’ resultaron la gran pasión de la familia Fernández, que exprimía el celuloide. La difusa frontera entre cine y realidad parecía imponerse en esa casa del barrio de Palermo y teñir sus pequeñas vidas.

“El amor, la amistad, la infidelidad, Dios… Es la realidad la que copia a las películas”, dice uno de los personajes muerte, la soledad. El único puente colgante entre los dos que no lograron derribar las incomunicaciones del inicio y los cortocircuitos y las broncas.

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Noticias Cuatro