Pablo Picasso fue un gran aficionado a los toros. Sus primeras pinturas tratan los temas taurinos y su obra de arte más fotografiada, ‘El Guernica’, tiene como figura central un toro. Ahora, se descubre que el pintor malagueño diseñó una plaza de toros para Madrid. Pero nunca llegó a construirse. “Él siempre quiso ser picador, torero, toro. Picasso se identificaba con este animal simbólicamente”, asegura Andrés Amorós, crítico taurino de ‘El Debate’.
Esta idea surgió a través de una conversación con el torero Luis Miguel Dominguín. “Era una plaza rodeada como un circo romano por unos grandes paneles con unas placas de cerámica que haría con los grandes toreros de la historia”, afirma Amorós. Dominguín le presentó esta nueva idea a Francisco Franco e incluso le solicitó un permiso para que Picasso pudiese volver a España y comenzar esta nueva plaza de toros que estaría ubicada en Madrid.
Picasso tenía un gran objetivo en mente: construir una plaza de toros en La Venta de El Batán, en Madrid. El arquitecto Antonio Bonet Castellana sería el encargado de darle vida al proyecto. Desde niño, pintaba toros en bocetos, esculturas, cerámicas y grabados. Y es que su obsesión por el mundo taurino era más que evidente.
Su amigo Dominguín le presentó el proyecto a Francisco Franco, de quien era muy amigo. Le solicitó un permiso para que el escultor pudiese regresar a España. Pese a que tuvo vía libre para entrar, si iba acompañado del torero, Picasso nunca se atrevió a volver a España. Al no tener la presencia del pintor para llevar a cabo el proyecto, no se llegó a construir la plaza de toros. Una oportunidad perdida para admirar una obra de arte única para Madrid.
Picasso vivió en la Costa Azul, una zona que le permitió asistir a más corridas de toros y que aumentó su amor por este mundo. Para él, era un recuerdo de España, una experiencia que le recordaba a su tierra. La gran idea de crear una plaza de toros llegó en 1960, cuando Luis Miguel fue uno de los organizadores del homenaje a Picasso que le realizaron en Vallauris. Durante sus conversaciones, surgió la idea de una plaza de toros moderna que evocase a los anfiteatros romanos.
Ambos imaginaron una plaza circular, con cubierta móvil, calefacción por losas radiantes, una parte subterránea, para exponer obras de Picasso, y un aparato de relojería, que proyectara el perfil del pintor en la arena a la hora del comienzo. Después, pensaron que para el contorno superior, el escultor haría una serie de grandes relieves cerámicos dedicados a los más importantes toreros de la historia. Al final, todo quedó plasmado en un papel y no se convirtió en una realidad, ya que el malagueño nunca regresó al país para realizar este ambicioso proyecto.