Rosa es alegre, positiva, optimista, espontánea y no se piensa mucho las cosas como ha demostrado al soltarle a Laura Boado un “eres más guapa en la tele”. La camarera ha alucinado, pero la soltera rápidamente le ha dicho que se había equivocado “aquí, que en la tele”. Algo ante lo que Laura le ha dado la razón “Es verdad, la tele no me hace justicia”.
Superada su metedura de pata en ‘First Dates’, le ha contado a Laura que le había traído a su cita una botella de Rivera que le habían recomendado comprar sus amigos de la zona “no me gusta ir a los sitios con las manos vacías”. Le gustaría que su cita fuera un tipo como ella “alegre, positivo, que no me vengan con quejas ni malos rollos”. Busca una relación estable, aunque por su apariencia le suelen decir que “parezco frívola, pero soy tradicional, nada de piernas abiertas ni nada de nada”.
Alberto, su cita, es entrenador personal y le gusta gustar. Al verle, Rosa ha sentido que “Alberto está muy cuadrado, está buenísimo, está para parar un tren”. Le ha dicho que le sonaba su cara, pero no han sabido de qué. Eso sí, han descubierto que los dos viven en Pamplona, aunque ella es de Granada. El soltero ha alucinado al ver que Rosa le ha entregado una botella de vino porque es algo que le encanta, pero ha sentido que ella no era el tipo de mujer que le podía gustar.
Rosa ha comenzado la cena contándole que tenía un humor muy andaluz porque estuvo viviendo en Granada hasta los 25 años. Él lleva toda la vida en Pamplona, pero le gusta mucho conocer a gente nueva. Lleva 20 años en el mismo gimnasio y ahora practica calistenia. Rosa le ha confesado que ella solo hace spinning y que los brazos no los trabaja nada. Alberto estaba todo el rato pensando que a él le gustan las chicas más jóvenes y trabajadas en el gimnasio.
De hecho, le ha dicho que tener un cuerpo tan perfecto tenía sus pros y sus contras porque despertaba muchas envidias. Rosa nunca ha estado con un chico de gimnasio y casi prefiere seguir sin estarlo “un chico con su barriguita y que no se esté todo el rato mirando al espejo”. Ha sentido que Alberto estaba un poquito obsesionado con su cuerpo y le ha retado a hacer unas flexiones en mitad del restaurante. Alberto no ha dudado en tirarse al suelo para demostrarle que estaba muy en forma, pero no esperaba que Rosa se le subiera encima y le dejara K.O.
A Rosa le ha entrado un ataque de risa “ya está sudando y no hemos empezado a cenar, eso no me lo había hecho nadie” y las gemelas le han pedido que valorara el esfuerzo. Superado el esfuerzo, Rosa le ha dicho que le gustaba mucho la gente que sonreía y que ella no paraba de hacerlo. Alberto se ha pintado como un tipo un poco más serio y ella ha sentido que era muy del norte “en Pamplona todos son muy de su círculo”. De hecho, le ha contado que cuando llegó no lo pasó bien “una rubia, soltera, con un hijo… ninguna me invitó a su grupo de amigos, me veían como una roba maridos”.
La soltera le ha dicho que ella nunca había sido infiel y Alberto le ha dicho que él tampoco, pero que estaba a favor de las relaciones abiertas. Rosa le ha dicho que su hijo fliparía con él, pero que ella si no encuentra a un hombre que le encaje, está muy bien sola, esas cosas no son para ella.
En el reservado, a los solteros le ha tocado darse un beso que no olviden y ella se ha puesto manos a la obra. Le ha puesto a Alberto el antifaz y ha comenzado a acariciarle con una pluma, y Alberto se ha puesto muy nervioso “esta mujer me planta un beso en los morros y la liamos”. Pero no ha sido así porque a Rosa no le estaba gustando su personalidad “Hay que estar ciega para que no te guste este hombre, pero como pareja…”.