Manuela lleva toda la vida trabajando y a sus 60 años ha decidido que se quiere enamorar y comenzar a disfrutar. Tiene mentalidad de una joven de 40 y busca a un hombre a lo Carlos Sobera, elegante y con cultura. Si tiene que elegir prototipo concreto, busca a un José Mercé, altito, canoso y que cante flamenco.
Juan Antonio, su cita, no es el flamenco clásico, pero si le da a los fandanguillos, las rumbas, alegrías de Cádiz, tanguillos… Ha cruzado la puerta del restaurante guitarra en mano y cantando. Parecía tener todo lo que Manuela buscaba en un hombre, pero ella ha tenido clarísimo que no era para ella “no, no he dicho ‘ay, que me como tus labios”.
Al soltero, Manuela sí le ha entrado por el ojo “me ha parecido una mujer atractiva” y le ha gustado saber que su pueblo estaba muy cerquita de Rota.
A Manuela no le ha gustado su cita, pero sí su forma de cantar y le ha confesado que le había recordado al cantante Capullo de Jerez, él se ve más parecido con José Mercé, pero ella no lo ha tenido tan claro.
Juan Antonio le ha contado que le llaman Tintilla porque nació en la bodega de su abuelo y que el vino de tintilla es único de Rota porque se hace con una uva muy concreta que necesita crecer cerquita del mar. Manuela le ha contado que ella estaba medio jubilada y que estaba pensando en volver a Andalucía porque le encanta el flamenco y escuchar una guitarra al lado del mar.
Juan Antonio estaba encantado con Manuela y al saber que ella iba a bajar a Cádiz con una amiga, le ha ofrecido que se pasaran por Rota y le ha contado que la llevaría a la tasca a la que va todos los días con sus amigos… Manuela ha sentido que ella no estaba para tascas “quiéreme un poquito más” y que su cita era un poco viva la vida, y que no iba a existir mujer que le sujetara.
En el reservado, Manuela no se ha resistido a pedirle al Tintilla que le tocara alguna de Huelva y poder cantarle un poquito de flamenco. Ella tenía claro que juntos podían pasar un buen rato cantando y bailando, que quería que le enseñara Rota, pero nada más.