Hablar del Gran Premio de Italia es hacerlo de uno de los históricos del mundo del motor. Su primera edición se disputó en el año 1921. El circuito de Monza forma parte de la Fórmula 1 desde su inicio en 1950 siendo la tercera pista de carrera permanente en la existencia de la competición.
Tanta longevidad ha provocado que en Monza veamos algunas de las carreras más históricas de la F1. A lo largo de los años ha cambiado mucho el trazado; comenzó siendo un óvalo de 4,5 kilómetros y un circuito mixto de alta velocidad de 5,5 km, que compartían la recta principal y se utilizaban combinados mediante un puente. Pero, en 1961, la F1 dejó de utilizar la sección oval para comenzar a disputarse en el circuito mixto.
Después se fueron añadiendo chicanes y otros aspectos para conformar uno de los circuitos más rápidos. El finés Kimi Raikkonen posee la vuelta rápida con un tiempo de 1:19.119 realizado en el GP de Italia de 2018.
Monza cuenta con un trazado de 5.793 metros de longitud. Es un circuito tremendamente rápido en el que los pilotos son capaces de alcanzar una velocidad media que en muchas ocasiones supera los 240 Km/h, rozando habitualmente los 350 Km/h en la larga recta principal.
Cuenta con varias aceleraciones y deceleraciones a lo largo del recorrido. Las vueltas empiezan trepidantes, con una primera curva a derechas con un ángulo superior a los noventa grados, seguido de un giro a izquierdas inmediato para conformar la primera chicane; la zona más lenta del circuito. Los pilotos suelen apurar la frenada en la salida para tratar de adelantar, en una de las deceleraciones más bruscas del trazado, conocida como la “Variante del Rettifillo”.
La rapidez del circuito hace que se convierta en un trazado duro para las mecánicas de los monoplazas, que rinden al máximo durante más del 70% de la vuelta. En su asfalto se encuentran curvas míticas, como la parabólica o bassono, que los pilotos toman a fondo para conseguir una mayor velocidad punta en las rectas, dotando de espectacularidad a cada carrera.
Siguiendo con el trazado se llega a la conocida como “Curva Grande”, uno de los puntos del trazado que mayor tracción necesita, y en la que es prácticamente imposible adelantar. Después, llega la segunda chicane, “variante de la Roggia”.
Después toca el turno para una gran frenada en la que se suelen producir el mayor número de adelantamientos en Monza. Una sucesión de dos curvas lentas y con poco espacio que se enlazan con una recta corta hasta llegar a la Curva de Lesmo, que se toma reduciendo un par de marchas.
Después de un giro a derechas y una recta se llega a la “Variante de Ascari, que cuenta con tres curvas: a izquierdas, a derechas, y de nuevo a izquierdas, dando paso a una recta para conectar finalmente con la famosa parabólica, una de las zonas más conocidas del prestigioso circuito. Tras ello, solo queda afrontar la recta de meta.