Carlos Sainz, que llegaba de firmar su primera victoria en Fórmula 1 en el Gran Premio de Gran Bretaña, se vio afectado por la mala suerte una vez más. Ferrari hubiera conseguido un doblete en Austria si no hubiera sido por un problema de fiabilidad que hizo abandonar al piloto madrileño.
El Gran Premio de Austria, el segundo con clasificación al sprint del calendario, suele ser un fin de semana dominado por el equipo Red Bull. En un circuito que es la casa de la escudería austriaca, y como una segunda casa para Max Verstappen, el piloto holandés ha ganado hasta en tres ocasiones.
El Red Bull Ring es una de las especialidades del campeón del mundo y, tras hacerse con la pole el viernes y ganar la clasificación al sprint del sábado, todo apuntaba a una victoria fácil de Verstappen.
Ahora bien, ya durante la jornada del sábado se dieron muestras de que la degradación de los coches de la escudería austriaca era mayor a la de los Ferrari. Y la tendencia se mantuvo durante la carrera.
El piloto holandés tuvo que hacer su primera parada mucho antes que los Ferrari y éstos, además, pudieron adelantarle varias veces en pista. Hacia el último tramo de la carrera, Sainz iba a adelantar nuevamente al piloto de Red Bull para mantenerse en una segunda posición que le daría un doblete a Ferrari con Charles Leclerc al frente.
Sin embargo, cuando más cerca estuvo de Verstappen, el monoplaza del piloto madrileño comenzó a desacelerar y enseguida se vio que el motor estaba fallando. Sainz tuvo que apartar el coche hacia una escapatoria.
Lo cierto es que al piloto de Ferrari tampoco le resulto nada fácil salir de su monoplaza, pues se iba cayendo cuesta abajo mientras el coche ardía cada vez más. Los comisarios tardaron demasiado en reaccionar y el coche de Sainz acabó en gran parte calcinado.