Manuel Herrera Perejón (Benacazón, Sevilla), ex líder de los ultras del Betis, ‘saltó a la fama’ tras agredir a un joven vasco en la Plaza Nueva de Bilbao en abril de 2017 en la previa de un partido del Athletic ante el Betis aunque en los departamentos policiales ya lo tenían fichado.
Como consecuencia de ese delito aceptó, dos años después de la agresión, una condena de ocho meses de cárcel por un delito contra la integridad moral. En marzo de este año en la Policía Nacional volvieron a saltar las alarmas.
Herrera, de 31 años, sufrió una paliza durante la celebración de los Carnavales de Tenerife a las puertas de una discoteca. Tras encararse e insultar a varios miembros de seguridad fue agredido y se necesitó la intervención de la Unipol, la Unidad de Intervención de Policía Local de Santa Cruz de Tenerife.
La Policía Nacional ya era consciente que Herrera estaba en Tenerife y activó un sistema de vigilancia ante su peligrosidad. Se le sitúo días después en un céntrico apartamento de la isla –por cierto cercano a una comisaría- en la Playa de las Américas.
El radical reapareció días después de la agresión en redes sociales. Relajado en una piscina, con gafas de sol y golpes en su cara mandaba un mensaje: “Estoy completamente destrozado amigos. Me encanta Tenerife. Estáis todos invitados”.
Detrás de este mensaje había algo más. Miembros de seguridad nacional, camuflados, siguieron los pasos de Herrera por la ciudad. Según aseguran Fuentes Policiales, el ultra frecuentaba los barrios del extrarradio de Santa Cruz en busca de venganza. Repetía la misma frase a su paso: “Voy a por ti”.
En más de una ocasión fue captado preguntando en suburbios por las personas que le habían agredido en la discoteca. Siempre se encontró la misma respuesta: silencio. Nadie hablaba y menos querían ser partícipe de la venganza de Herrera.
“Fueron días de tensión, se le veía acalorado y podía pasar cualquier cosa, y por eso se montó un dispositivo para tenerle controlado. Dio su éxito porque Herrera no formó ninguna trifulca más en la isla” señala a este medio un miembro de la Unipol.
Herrera, a sus 31 años, cuenta con un amplio historial delictivo. Según fuentes policiales, tiene antecedentes que van desde homicidio en grado de tentativa a lesiones, pasando por atentados y extorsión.
En enero de 2018 también cayó en Andalucía en una operación antidroga de la Policía Nacional y la Guardia Civil por el tráfico de hachís en el norte de África y España. Otra de sus detenciones fue por la agresión a un joven en un local de ambiente gay en la calle Trastamara de Sevilla.
Por esa agresión un juez decretó su ingreso en prisión durante dos meses. Tras entrar en la cárcel el juez lo dejó en libertad y le impuso una orden de alejamiento de la víctima, con prohibición de acceder al casco histórico sevillano.
En marzo de 2017 Herrera se saltó un control policial nocturno en Sevilla. En su huida no dudó en arremeter contra el coche policial. Días después colgó un vídeo en redes sociales donde varias personas –no servicios médicos- le extraen una bala del calibre 9 milímetros de su hombro derecho.
Aún tiene más antecedentes en su ficha policial sin contar las múltiples peleas por motivos futbolísticos. En el año 2015 fue acusado de agredir a una persona en el Puerto de Santa María (Cádiz) al tratar de cobrarle una deuda, y años más tarde el Comité Antiviolencia le sentenció a pagar 60.000 euros de multa por entrar a la zona visitante del campo del Getafe teniendo prohibido el acceso.
Manuel Herrera presume de cuerpo esculpido en los gimnasios que tiene decorado con diversos tatuajes. Esa tinta fue la que le delató. En uno de los gemelos de sus piernas lleva tatuadas las letras A. H. T. R.: “Adolf Hitler tenía razón”. Fue clave en su detención de Bilbao.
Entre los tatuajes más destacados lleva en su espalda el lema del ejército alemán en la II Guerra Mundial: ‘Gott mit uns’ -“Dios esté con nosotros”-. Además en su pecho tiene la calavera Totenkopf, símbolo de una de las divisiones de las Waffen SS.