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El Atlético de Madrid se descalabra ante un gran Mallorca (1-2)

  • El Atleti sufrió mucho en el primer tiempo y se escucharon pitos en el Metropolitano

  • Cunha abrió la lata para los rojiblancos

  • Franco Russo puso el gol del empate y Kubo el de la victoria

El Atleti perdió ante un gran Mallorca (1-2). Los rojiblancos sufrieron y mucho. Los mallorquines no se achicaron ante el escenario y tuvieron la oportunidad de ponerse por delante en el marcador, pero perdonaron y eso ante los del Cholo se paga. Un gran Correa acompañado de Cunha hizo que en el 68 los colchoneros pudieron abrir la lata. Los de Luis García Plaza no habían dicho la última palabras y fueron a por el partido. Encontraron su premio en el 80 con el gol de Franco Russo. Cuando ya se pensaba en el descuento, Kubo con una galopada tremenda se plantó ante Oblak para batirle y hacer el tanto de la victoria.

Remontada del Mallorca y pitos en el Metropolitano

Lo doblegó el Mallorca, ganador en la Liga después de siete partidos sin un solo triunfo. Tuvo mérito por cómo apagó al Atlético, hoy un equipo sin luz, pero también, sobre todo, cómo reaccionó cuando la derrota parcial habría sido un peso insoportable para muchos de los visitantes en el Wanda Metropolitano. Entonces llegó el cabezazo de Franco Russo, después el gol de Kubo, que agranda la herida del equipo roijblanco, mientras asoma el Oporto y aguardan el Real Madrid, el Sevilla y el Granada.

Ni siquiera el segundo tiempo en Cádiz, contundente, resolutivo, desbordante, ha reactivado al Atlético. Aún no dice nada el conjunto rojiblanco, más allá de las rotaciones que propuso Diego Simeone en su equipo, más por lo que viene (el partido determinante en Oporto y las visitas al Real Madrid, al Sevilla y al Granada en los siguientes 18 días) que por lo que ha pasado. Ni Luis Suárez ni Lemar, aparte de Carrasco -con unas leves molestias y fuera de la citación-, aparecieron en el once titular.

Fue el momento de Cunha, activo, con ganas, veloz, vertical y decidido cuando conecta con la pelota, pero poco certero en su remate en el minuto 4, en su primera -y clara- ocasión, y en otro en el 61, aunque goleador después; de Lodi, un futbolista hoy por hoy imprevisible, en la indecisión constante en la que se mueve últimamente por el lateral izquierdo; de Felipe, que no se parece en nada al imponente central que vino; de Kondogbia, cuyo físico y conducción aún no aportan a Simeone todo lo que pretende; y de Correa, el más clarividente de todos en el principio, más como pasador que regateador, pero al menos atrevido.

A Griezmann, tan crucial ahora en el Atlético, apenas se le percibió en todo el primer tiempo. A Marcos Llorente se le echó de menos más en profundidad, más arriba que un lateral derecho que se le queda corto, escaso, para sus condiciones. A Koke le faltó protagonismo. Los asumió De Paul, orillado a la izquierda, cuya movilidad aportó soluciones ofensivas al Atlético, que empezó bien, que conectó un par de remates -uno de Cunha fuera y otro de De Paul al pecho de un rival- y que, de pronto, se diluyó en nada.

Ni en ataque ni en defensa ni en medio campo. Ni apareció tanto adelante ni se sintió tan resguardado atrás, donde cayó lesionado Savic, en el minuto 11, en una larga carrera en la que sintió un tirón. Después, una vez solucionado el apuro para su equipo, se fue al suelo. Fue asistido y cambiado de inmediato. No tiene pinta que vaya a poder jugar el martes en Oporto. Un serio problema para su conjunto, que, para la decisiva cita europea en Portugal, no tiene disponible a Felipe, sancionado, y está en duda Giménez, contracturado. Mario Hermoso es el único central listo hoy para tal desafío. También fue su reemplazo.

Ya crecía el Mallorca, que, instante a instante, centímetro a centímetro, ganaba terreno al Atlético. Cierto que, con un poco más de eficacia, ya hubiera ido entonces por detrás en el marcador, bien en la oportunidad de Cunha o bien, después, si Lodi hubiera sido Luis Suárez cuando se encontró de frente ante Reina, tanto como que también hizo iguales méritos o más para marcar antes del descanso: primero con un tiro de Abdon Prats, después con un derechazo dentro del área de Kang in Lee repelido por Oblak, luego en un centro chut que exigió de nuevo al guardameta y en una parábola del jugador surcoreano.

Por eso, el intermedio fue un alivio para el Atlético, superviviente entonces; quizá la mejor noticia que le deparó el primer tiempo. Que aún quedaba el segundo, que todo iba empate y que se le intuían recursos para cambiar la tendencia decreciente de su fútbol, no sólo en este partido, sino en casi todo el curso, porque es una cuestión de colectivo. Por más individualidades que poseas, necesitas generalmente ser más equipo que tu adversario sobre el terreno, darle más ritmo, otra velocidad de la que jugaba.

A la hora de partido, Simeone introdujo en la ecuación a Lemar y Joao Félix, pero por De Paul y Griezmann. Dos nuevos factores para remover el partido, para alterar a su adversario, para reubicar el encuentro en el sentido que mas le favorecía, que aún no lo había encontrado, incapaz de derribar la estructura del Mallorca, que se sostenía en su retaguardia. Ya no aparecía por el otro área, pero la suya era por entonces, a media hora del final, un lugar aún prácticamente indescifrable para el Atlético.

Menos para Cunha y para Correa. El argentino se internó en ella tras un pase largo de Koke; el brasileño esperó el centro, remató mal a la primera y transformó en gol la segunda, desde el suelo, ante el portero, más rápido que él para estirar la pierna e impulsar con la plancha de la bota el 1-0 del Atlético, un tesoro tal y como está hoy el equipo, que se empeñó en resguardar tal botín en torno a su área.

Tampoco está para eso este Atlético, que no se parece en nada a lo que fue en su defensa, a ese muro impenetrable que transformaba cada 1-0 en una victoria segura. Es un bloque vulnerable, como demostró por enésima ocasión esta temporada, esta vez ante el Mallorca, al que le bastó una falta colgada al área rematada por Franco Russo en el minuto 80 para empatar el partido y un contragolpe resuelto por Take Kubo, ya en el 90, para destapar definitivamente la crisis del conjunto rojiblanco.