Parece que entramos en una base secreta. Circulamos por el túnel Somport en Huesca el que une España y Francia. En un discreto ramal que denominan “caverna” accedemos a un habitáculo de doble compuerta que impide las corrientes de aire. Allí, avanzamos por un antiguo túnel de ferrocarril abandonado. En una compuerta lateral está parte del experimento Geodyn. Estudia los movimientos de un volcán hasta los grandes movimientos de oceánicos. A grandes rasgos es como si la tierra fue un tambor y sus vibraciones se transmiten a lo largo de toda la corteza terrestre y aquí es uno de los lugares donde se registra. Pero esto es una pequeña parte del laboratorio porque si vienen investigadores de todo el mundo es para estudiar la materia oscura y los neutrinos. Son dos partículas esquivas para la ciencia los neutrinos no interaccionan con nada y atraviesan planetas y la materia oscura se sabe que existe pero no se sabe qué es.
Por eso, para distinguir que son hay que impedir que el resto de radiaciones cósmicas que nos vienen desde el espacio lleguen a nuestro centro de experimentos y nos confundan. Esa es la razón por la que se eligió esta montaña, el Tobazo, en 1985. Lo hizo el profesor Ángel Morales y el Grupo de Investigación de física nuclear y de astropartículas de la Universidad de Zaragoza. Lo hicieron aquí porque se aprovechó el túnel abandonado del tren entre España y Francia para establecer allí su pequeño laboratorio.
Finalmente, este ha ido creciendo hasta convertirse en el segundo mayor de Europa de los diez que hay de este tipo en todo el mundo. De la mano de Alberto Bayo, físico electrónico, conocemos todos sus secretos. Dentro de este lugar de ensayos también hablamos con Beatriz Hernández Técnico criogenia y sistemas de gases y cuya tesis doctoral versa sobre los neutrinos.
El Laboratorio Subterráneo de Canfranc (LSC) lo gestiona conjuntamente el Ministerio de Ciencia e Innovación, el Gobierno de Aragón y la Universidad de Zaragoza.