En Libia, las inundaciones de esta semana han dejado un rastro de al menos 11.000 muertes. La mayoría de los fallecidos han muerto por la destrucción de dos presas que -sin mantenimiento alguno- no aguantaron la presión del agua. Los equipos de rescate, entre ellos bomberos españoles, creen que no hay esperanzas de encontrar supervivientes tras unas riadas que arrasaron -como un tsunami- la ciudad de Derna.
Edificio por edificio, los equipos de rescate rastrean entre los escombros en busca de señales de vida. En medio de la devastación, de pronto, surge la esperanza pero rápido se desvanece ya que sobrevivir a este torrente es casi imposible. Fueron 33.000 millones de litros de agua cogiendo velocidad cuesta abajo. La tromba de agua ha llegado hasta los 15 metros de altura, acompañada de fango y de lodos.
Impotentes, los voluntarios piensan ya en la retirada. Los primeros equipos regresarán a España este domingo sin haber podido cumplir su misión: salvar vidas.
El desafío es ahora encontrar a los 10.000 desaparecidos, enterrados bajo el lodo o arrastrados hacia el mar. Los cadáveres recuperados son enterrados en fosas comunes, mientras crece la rabia por una tragedia que podría haberse evitado.
Libia es un estado fallido, tras el fin de Gadafi en 2011 dos gobiernos se disputan el país y ahora se culpan mutuamente de lo ocurrido. La facción que controla Derna acusa al gobierno de Trípoli de negligencia.
La contaminación del agua aumenta el riesgo de epidemias. Por eso, lo más urgente es ahora recibir medicinas y agua potable. Además, el torrente ha arrastrado bombas sin detonar. Esto aumenta el riesgo para los supervivientes ya que ahora no se sabe donde están esos explosivos.