Cuando se va a cumplir un año de la vuelta al poder de los talibanes en Afganistán, la situación no puede ser peor para sus habitantes. Con nueve millones de personas al borde de la hambruna muchos tomas medidas desesperadas, ante la necesidad ha aumentado la venta de órganos, sobre todo de mujeres.
Un ejemplo es el de Aziza que muestra las marcas que le dejó la operación. Era vender su riñón o morirse de hambre. "Tengo cuatro hijos, vendí mi riñón porque no he encontrado otra manera de ganar dinero" cuenta. Desde la llegada de los talibanes ha aumentado la práctica, está tan extendido que se anuncia en redes sociales.
Como el anuncio de Ferestha que llegó a Kabul desde una zona rural, con la esperanza de encontrar en la capital más compradores. "Es duro, a mi marido y a mi nos avergüenza hacerlo. Tenemos estudios pero no encontramos trabajo", asegura Ferestha que ha visto como por un riñón que podía venderse por 3.000 euros, ahora apenas ofrecen 1.200 porque ha aumentado la demanda. Hay que destacar que con 1.200 euros en Afganistán da para vivir un año con lo mínimo.
Cuando ya no se pueden vender órganos, aumentan las deudas y no hay pan que llevarse a la boca la siguiente opción es vender a un hijo. Sobre todo niñas. 2.500 dólares para un matrimonio concertado con Adjana de 8 años. Absin de 6 años ha tenido que ser entregada por su padre para saldar una deuda.
La alternativa es dejar morir de malnutrición al resto de los hijos. Niños como ellos que saturan los maltrechos hospitales del país. El fin de la democracia y la llegada de los talibanes ha provocado, según datos de la ONU, que el 97% de la población afgana viva en la pobreza.