En la frontera entre Bielorrusia y Polonia sigue el drama de miles de inmigrantes, 4.000 al menos, utilizados y engañados, también niños, por el régimen bielorruso en una maniobra de represalia contra la Unión Europea por las sanciones impuestas a ese país aliado de Moscú. Hombres, mujeres y niños han llegado a Bielorrusia con visados y confiados en que podrían pasar a Polonia. Llevan semanas entre alambradas, frío y muerte ya que hay ya 11 fallecidos.
Militares bielorrusos apuntan a los soldados polacos con punteros laser y provocan estampidas para que los migrantes intenten cruzar a territorio de la Unión Europea. Desde el otro lado el ejército polaco les vigila con drones y cámaras térmicas. En el campamento en tierra de nadie niños con pancartas escritas por quienes les han llevado hasta allí y no les dejan volver atrás.
Son unos 4.000, la mayoría procedentes de Irak, Siria, Irán y Afganistán. Leña, sacos y algunos plásticos les ayudan a capear las temperaturas bajo cero. Su destino, lo tienen claro: Alemania.
De momento, las líneas aéreas turcas no les permiten ya subir a sus vuelos con destino Minsk y Bruselas anuncia nuevas sanciones porque el gobierno de Lukashenko les ha dado todas las facilidades para llegar hasta aquí, donde los niños se exhiben en primera fila. Las autoridades bielorrusas les conceden sin problemas visados de turistas y por unos mil euros vuelo y el sello de entrada están asegurados.
Mientras, decenas de paracaidistas rusos realizan maniobras militares conjuntas con Bielorrusia en la frontera con Polonia. Aunque el presidente Putin asegura que ni Rusia, ni Bielorrusia tienen nada que ver con esta crisis migratoria. La tensión aumenta y, detrás de la alambrada que les separa de la Unión Europea, la sed, el hambre y el frio han terminado hoy con la vida de 11 personas.