La cifra de refugiados ucranianos está cerca de alcanzar los dos millones y medio según los datos de Naciones Unidas. Hace quince días que comenzó la invasión rusa a Ucrania y, a día de hoy, aún son miles de personas las que alcanzan cada día las fronteras buscando huir de la guerra.
Nuestro compañero, Alejandro Rodríguez, se encuentra analizando todo lo que ocurre en Medyka, frontera de Ucrania con Polonia: "No dejan de llegar familias, mujeres con muchos niños, con sus mascotas", decía.
Forman largas colas a la espera de conseguir sitio en un autobús. Y lo hacen con una sensación térmica de unos -7°. Los autocares salen siempre completos. A veces incluso se ocupan los pasillos para optimizar al máximo el espacio.
A ellos se une un amplio despliegue de carpas que han ido apareciendo con el paso de los días. Los voluntarios las han levantado con el objetivo de proporcionar todo aquello que puedan necesitar: comida caliente, medicinas, ropa de abrigo...
Pero en la frontera podemos encontrar también a ucranianos que lo que quieren es volver a su país: "Mi hija está sola y la echo de menos. Tiene ocho años y está asustada. Necesito salvar a mi pequeña", decía una de las mujeres que aseguraba trabajar en Polonia.
Muchas organizaciones ofrecen comida caliente. Entre ellas, la del chef José Andrés. Alejandro ha podido conversar unos minutos con él: "Hoy habremos hecho unas 160.000 comidas. Estamos aquí precisamente porque el cuerpo se te queda helado".
"Se te parte el corazón porque ves el sufrir de la gente. Cuando una niña te dice que su papá se ha quedado atrás, cuando ves abuelas y madres con tres o cuatro niños... Ahora voy a cruzar para dar de comer a mujeres y niños que puedan estar en refugios, debajo de puentes o en túneles buscando protección por esas bombas que a veces llegan sin avisar".