La historia oficial nos cuenta que el arte del vudú, o la magia simpática, el rito a distancia para generar daño a otra persona surgió de lo más profundo de África y se matizó con la religiones afrocubanas. Sin embargo aquí, en España, teníamos auténticos artistas en este oficia del mal. ¿Han oído hablar alguna vez de las reinas del vudú?
Cuentan los documentos históricos que hubo un tiempo en el que el pueblo estaba convencido de que las brujas tenían el poder de elegir quién debía vivir o por el contrario quién debía morir. En pleno siglo XVIII en Extremadura una práctica desconocida sembró el pánico. Mediante el vudú, a través de una representación de la víctima, las brujas podían actuar a distancia.
Entre las localidades extremeñas de Zafra, Llerena y Almendralejo varias mujeres se valieron de estos misteriosos muñecos para ejercer su control sobre la salud y la enfermedad, sobre la vida y la muerte y aseguran que con enorme efectividad.
Es el caso de Antonia de la morena, de quién aún hoy se cuenta que era capaz mediante muñecos de vudú de hacer que un niño se secara hasta perder la vida. Sin embargo, también podía sanar a los hechizados por otras brujas, utilizando en estos casos muñecos de vudú para curar a sus clientes, a los que les pedía altos precios.
Antonia dio a luz a una niña y cuando se propuso a bautizarla la iglesia le dijo que no porque se rumoreaban por todo el pueblo sus prácticas demoníacas. A Antonia se la consideraba en la zona una bruja maestra que adoraba al diablo y al que incluso le dedicaba apostasía.
Pero Antonia de la morena no fue la única. En los archivos consta el nombre de otra bruja, María Sánchez, que era capaz también de causar la muerte a través del vudú. Para ello trasladaba una parte del alma de su víctima al muñeco utilizando algo que le perteneciera, de esta forma obtenía el control.
Hacía que sus víctimas enfermaran clavando pequeñas púas en el muñeco y recitando un encantamiento. Las fuerzas abandonaban a la persona y con paciencia, repitiendo una y otra vez el proceso, al cabo de los días la víctima fallecía entre horribles dolores.
Cuentan los escritos de la época que ambas brujas fueron detenidas y juzgadas por la Inquisición, que fueron azotadas y posteriormente exiliadas. Nadie sabe qué sucedió con ellas después, ni si siguieron invocando a las fuerzas oscuras con sus diabólicos muñecos.