Los datos no dejan lugar a dudas. En la última década la producción de dinero físico (lo que conocemos como billetes y monedas) ha caído en picado a favor de los métodos de pago electrónicos (tarjetas de crédito y débito y transacciones online).
Son muchas las teorías que se encuentran detrás de esta tendencia y que poco a poco está cambiando nuestra forma de relacionarnos con el dinero. Como Enrique de Vicente y Jaime Garrido han recalcado, tras la desaparición del dinero físico se encuentra un ineludible estrategia de control por parte de las fuerzas de poder: “A través de los pagos electrónicos los Estados, las entidades bancarias y otros organismos tendrán un control absoluto de nuestro consumo y sabrán al detalle en qué gastamos nuestro dinero y cuánto, perdemos sin duda intimidad”.
Tal y como han explicado nuestros expertos, la crisis del coronavirus ha sido un estupendo caldo de cultivo para estos poderes que pretenden que desaparezca el dinero físico mediante la demonización del mismo: “Nos han dicho que no usásemos dinero porque transmitía el virus, pero la OMS ha asegurado que el dinero no transmite mejor la covid que un pomo de puerta o cualquier otro objeto”, explicaba Enrique de Vicente.