Así fueron las agónicas últimas horas de Pompeya tras la erupción del Vesubio

El nombre de Pompeya tiene una magia especial en el imaginario popular. La legendaria villa de recreo romana que quedó sepultada bajo la furia del volcán Vesubio en el sur de Italia sigue dando de qué hablar casi 20 siglos más tarde. 

Ya sea por los restos encontrados en las excavaciones, que dan una buena muestra de cómo era Pompeya en el año 79 de nuestra era, ya sea por suponer un claro ejemplo de lo que la fuerza de la naturaleza puede provocar, lo cierto es que las últimas horas de Pompeya han inspirado y siguen inspirando a geólogos, arqueólogos, escritores y hasta cineastas. A fin de cuentas, la erupción de un volcán en el antiguo Imperio Romano siempre llamará la atención.

¿Cómo fueron las últimas horas de Pompeya?

Todo comenzó el día 24 de agosto del 79 d.C., aunque también hay estudios que lo sitúan el 24 de octubre. Sea como fuere, al mediodía los habitantes de Pompeya notaron los primeros temblores de tierra. Esto no era extraño, puesto que la actividad volcánica provocaba pequeños terremotos. Sin embargo, no tardó en elevarse hacia el cielo una columna de gas y ceniza desde el Vesubio. El escenario había cambiado completamente y muchos pompeyanos se temieron lo peor, ya que se aventuraron a dejar la ciudad lo antes posible. En sus escritos, el historiador Plinio el Joven, que observaba desde la localidad de Miseno, describió la nube aparecida como un pino mediterráneo.

El infierno se desató

Menos de una hora más tarde, el infierno se desató en la ladera del Vesubio. La nube de ceniza y piedra pómez comenzó a caer sobre Pompeya. En ese momento ya todos los habitantes estaban asustados y tratando de abandonar sus hogares para refugiarse lejos de la erupción. Esto llevó a que la evacuación fuera caótica. La densa nube y la caída de material volcánico dificultaron la visibilidad y la respiración. Así que las calles se llenaron de gente desesperada que trataba de escapar de modo infructuoso.

La caída de materiales se siguió intensificando y su acumulación provocó que muchos edificios colapsaran bajo el peso de los escombros. La respirabilidad seguía empeorando. La visibilidad se redujo drásticamente y el aire se volvió aún más difícil de respirar.

Destrucción total

Durante las siguientes horas, el volcán no frenó su actividad, sino que se siguió intensificando, especialmente cuando comenzaron los flujos piroclásticos –corrientes de gas caliente y ceniza que se desplazan a gran velocidad por la ladera de un volcán–. La temperatura ascendió de tal modo que las personas murieron al instante, quedando los cuerpos calcinados por el calor extremo.

Según informa National Geographic, el investigador italiano Giuseppe Mastrolorenzo, del Observatorio Vesubiano, llegó a la conclusión de que “las víctimas no sufrieron una larga agonía por asfixia, sino que perdieron la vida al instante por exposición a altas temperaturas, de entre 300 y 600 grados centígrados”. A lo que añade: “Hemos estudiado los niveles de cenizas en diversos lugares del área vesubiana. De los perfiles trazados, hemos deducido algunos parámetros: la altura y la velocidad de la nube provocada por el derrumbe de la columna piroclástica, que en aquella erupción alcanzó, como ya sabíamos, los 30 kilómetros de altura. A partir de la velocidad y de la altura hemos podido determinar la densidad de la nube, muy baja, y el tiempo transcurrido mientras pasó sobre Pompeya, poco más de un minuto”.

Por lo tanto, el hecho de encontrar cuerpos calcinados casi enteros no se debió a un proceso que se prolongara en el tiempo, sino que los pompeyanos apenas tuvieron tiempo para reaccionar a este fenómeno.

Todo sepultado

Los continuos flujos piroclásticos avanzaron rápidamente y cubrieron la ciudad con capas de ceniza y rocas calientes. Los habitantes que aún estaban en Pompeya perecieron instantáneamente, atrapados en sus casas o en las calles. Cuando la erupción finalmente cesó, tanto Pompeya como las ciudades vecinas estaban completamente enterradas bajo varios metros de ceniza volcánica. La región quedó desolada, y estas poblaciones no fueron redescubiertas hasta casi 1.700 años después.

Eso sí, esta gruesa capa de ceniza volcánica preservó la ciudad y sus habitantes en un estado de conservación excepcional. Como bien es sabido, los cuerpos de las víctimas quedaron petrificados en la posición en que murieron, ofreciendo a los arqueólogos una visión única de lo ocurrido.