Si escuchas el nombre de Wolfenstein pueden pasar dos cosas. Que seas un pureta y pienses en nazis hechos con píxeles como puños, o que lleves menos tiempo en los videojuegos y que lo que te evoque sea un shooter de calidad que ha ido subiendo peldaños en los últimos años. Y es que seguro que ya lo sabías, pero Wolfenstein: Youngblood es el último en llegar a una saga legendaria que dio sus primeros pasos en 1992 con la llegada a ordenadores personales y las consolas de la época de un videojuego frenético que nos permitía darle estopa al mismísimo Adolf Hitler. Nada mal como carta de presentación. Y es que el sello distintivo de los 14 juegos aparecidos desde entonces tiene varios denominadores comunes. Nazis contra los que descargar nuestra artillería y una acción sin concesiones que nos pedía una y otra vez jugar una partida más.
Wolfenstein: Youngblood llega con la premisa de mantener el nivel de calidad que la saga ha tenido desde que MachineGames se hiciera cargo de la serie, y lo hace con una apuesta diferente y algo arriesgada que desde luego no nos va a dejar indiferentes. Si consigue o no hacernos disfrutar acribillando nazis, lo vamos a ver enseguida.
Algo que distingue a este juego de todos los anteriores y que por lo tanto le dota de una personalidad única dentro de la saga es que estamos ante un juego para disfrutar en cooperativo, de manera exclusiva. Esto no quiere decir que forzosamente tengamos que compartir nuestra partida con amigos o desconocidos, puesto que tenemos la asocial opción de jugar con la IA controlando a nuestra hermana gemela. Porque, y este es otro de esos elementos distintivos, esta vez el protagonista no es B.J. Blazkowicz, o al menos no de forma directa, ya que a quienes controlamos es a las hijas gemelas de este, que resultan ser tan letales como su papi. Además, por si su genética no fuera suficiente, ambas cuentan con trajes especiales que potencian ciertas características -como el camuflaje o los saltos- y que servirán de ayuda a nuestras dos protagonistas a la hora de cumplir con su misión de acabar con todos los nazis que salgan a su paso.
Pero aunque sean elementos distintivos, no es lo anteriormente mencionado lo que dota a Wolfenstein: Youngblood de una personalidad marcada y absolutamente diferenciada del resto de la saga. El camino que toma esta nueva entrega es arriesgado. La serie ya cuenta con una base fiel de seguidores que esperan en cada entrega más disparos pasilleros sin preocuparse mucho más allá de cuántas balas nos quedan. La propuesta que MachineGames nos hace en esta ocasión exprime bastante más este concepto, alejándose un tanto del estilo Call of Duty para acercarse más shooters de planteamiento más moderno como Borderlands. Y es que esta nueva entrega de Wolfenstein nos recuerda en muchas ocasiones al clásico de 2K Games. Disparos en primera persona con un protagonista que desarrolla sus habilidades y que de manera obligatoria debe subir de nivel para superar ciertas zonas es algo que ya está inventado, pero que dota a esta saga de un aire fresco que quizá no todo el mundo sepa apreciar, pero que no le viene nada mal.
Acostumbrados a un juego de disparos frenético sustentado en una historia sólida, es muy posible que no sean pocos los fans que se sientan defraudados ante esta nueva propuesta, pero aquellos que consigan sentarse ante su pantalla con el mando en la mano y una mentalidad abierta ante lo que se van a encontrar, no cabe duda que disfrutarán su recompensa. Y es que las mecánicas tradicionales que han elevado a esta saga siguen ahí, y quienes vengan de jugar a los anteriores se sentirán como en casa en cuanto Soph y Jess den sus primeros pasos, aunque el nivel narrativo de Wolfenstein: Youngblood esté algunos escalones por debajo de lo que estamos acostumbrados. Y es que la historia que nos propone este nuevo Wolfenstein es una mera excusa para liarnos a tiros contra todo lo que veamos, aunque aún así, nos la cuenta. Nuestra misión es liberar a nuestro padre que ha sido capturado en el distópico París de los 80.
El juego gana muchos enteros si dejamos a un lado nuestra vertiente más asocial y nos decidimos a compartir nuestras balas con algún amigo mediante conexión online. En este caso la diversión crece de manera exponencial al poder hablar de estrategias a la hora de afrontar ese enemigo que se nos resiste o de ir decidiendo si nos embarcamos o no en alguna de las muchas misiones secundarias que el juego nos propone. Además, no tendremos que discutir con nuestro compañero sobre qué personaje elegir, ya que las habilidades de ambas hermanas son tan gemelas como ellas mismas, algo que a la larga se siente como una oportunidad perdida en el ámbito de reusabilidad, puesto que una vez nos terminemos el juego con una de ellas, no hay ningún motivo jugable para volver a hacerlo con la otra.
La gran cantidad de armas disponibles, y el hecho de que cada una de ellas funcione mejor contra las distintas armaduras que protegen a nuestros enemigos es uno de los puntos fuertes de un juego que nos da la oportunidad de conocer el París de hace unas décadas. Además, es la excusa perfecta para ir probando nuevas armas en lugar de quedarnos encasillados en una de ellas, lo que al final aporta variedad a un juego que la necesita imperiosamente para evitar que caigamos en el aburrimiento rápido. Respecto a otra de las características que suele preocupar a la comunidad, la duración, hay que decir que es más que correcta. Es cierto que si nos dedicamos solo a la historia principal es más corta de lo deseable, pero la obligatoriedad de realizar varias (muchas) misiones secundarias para subir de nivel y poder así acabar el juego principal, aumenta la duración global del título. Es quizá una trampa clásica de los desarrolladores, pero en este caso concreto no llega a ser descaradamente molesta.
Wolfenstein: Youngblood es un juego que desde el principio da la sensación de quedarse a medio camino en todo. No es un producto típico de la saga, ya que su estilo de juego se aparta por completo del que ha llevado a la cumbre a sus entregas anteriores, y tampoco termina de definirse como shooter-rpg del estilo de, por ejemplo The Division o el ya mencionado Borderlands. Quizá estemos sólo ante una prueba para que los desarrolladores tomen una decisión sobre hacia dónde debe ir la serie, y en este caso sí que podría funcionar como piedra de toque. En todo lo demás, falla con más o menos estrépito, aunque sigue tratándose de un juego muy disfrutable, especialmente para jugar con un amigo.