Los nuevo de Roll7, los creadores de la genial saga de sake OlliOlli, es un título original y muy divertido, que se define de forma muy sencilla como 'un Tony Hawk con pistolas’. Salvando las distancias con la saga de Activision, los patines son aquí los protagonistas, así como las rampas y pistas para encadenar trucos y piruetas. Pero, acompañado todo esto con un arsenal de armas de fuego para eliminar al resto de ocupantes de cada pista.
La propuesta es simple y atractiva desde su presentación: nos encontramos en un futuro distópico, bajo un estado policial fascista que ha decidido organizar un cruel y violento espectáculo televisivo que hace furor: el Rollerdrome, una competición a muerte donde sus participantes se juegan la vida en directo con la vaga esperanza de mejorar sus expectativas de vida. Una disciplina que requiere de patines y armas de fuego y donde puntúan las piruetas y la puntería.
Rollerdrome nos pone en la piel de Kara Hassan, una recién llegada a Rollerdrome y con ella aprenderemos los movimientos y reglas básicas de la competición. El juego, con enormes arenas 3D, nos permite deslizarnos por estas pistas repletas de saltos, half-pipes, rampas y barandillas y desplegar todo tipo de movimientos, trucos y combos que aumentarán nuestra puntuación con cada pirueta. Todo con las mecánicas acostumbradas de este tipo de juegos y con unos movimientos fluidos de Kara que resultan satisfactorios (aunque técnicamente algo lejanos a lo experimentado en el remake de Tony Hawk’s Pro Skater).
Pero, más allá del patinaje y los trucos sobre ruedas, el segundo componente importante de Rollerdrome lo ponen los diferentes enemigos de todo pelo que poblarán las pistas y que pondrán todo su empeño en aniquilar a Kara. Matones con bates, granaderos con explosivos o francotiradores vestidos con armaduras de pinchos estilo ‘Mad Max’ no nos darán tregua en cada jornada.
Afortunadamente, Kara contará con armas de fuego (hasta cuatro armas distintas a lo largo del juego) para defenderse de las oleadas de asesinos. Sobrevivir a sus ataques y acabar con todos y cada uno de ellos será la forma de ganar el partido y clasificarse para la siguiente ronda. Pero hay un problema: la munición es muy limitada y sólo hay una forma de recuperarla cuando se gasta: desplegar trucos espectaculares sobre los patines.
Así, además de resultar más espectacular, la consecución de trucos, combos y piruetas sobre los patines, recargarán nuestras armas y nos permitirán atacar a los tipos que nos acosan. Una obligación que consigue que nos acostumbremos a encadenar asesinatos con mucho estilo. Realizar enormes saltos con piruetas mientras disparamos boca abajo a un francotirador, para luego aterrizar y, mientras grindamos sobre una barandilla, acabar con un tipo con un enorme escudo que intenta aniquilarnos con su lanzacohetes. Una perturbadora belleza plástica en cada pirueta y ráfaga de plomo que se potencia gracias a un botón de ‘tiempo bala’ que nos permite ralentizar la acción y apuntar con algo más de calma a nuestros objetivos (una habilidad que recargaremos esquivando balas y ataques en el último momento).
Como hemos contado, todo es muy turbio tras el Rollerdrome. Entre partido y partido, nos encontramos con secuencias que nos irán narrando la historia del juego y esta sociedad policial futurista tan siniestra. En secuencias en los vestuarios de las arenas o a bordo de un tren de camino a la siguiente competición, Kara tendrá acceso a un montón de información (cartas, apuntes, folletos de propaganda o correos electrónicos) que van pintando un escenario aterrador. Nuestra patinadora está prácticamente obligada a competir (ya que al acceder a Rollerdrome adquieres una enorme deuda imposible de devolver), pero el resto de competidores son igual de esclavos que nosotros (y, probablemente, los enemigos a los que aniquilamos en cada ronda también sean pobres parias esclavizados por la corporación tras Rollerdrome).
Pero esto último no nos frena cuando salimos a la pista, donde desplegar nuestras piruetas y afinar nuestra puntería es extremadamente divertido. Y es que este aspecto nos hace pensar en el fondo del Rollerdrome: un espectáculo masivo, sangriento e hipnotizante que pretende adormecer a las masas para que no piensen en su estado de sometimiento absoluto al poder fáctico que los controla. Pero, según avancemos en la historia las cosas irán cambiando y viviremos toda una revolución de la población sometida contra la corporación policial que les aplasta y organiza el Rollerdrome.
Sin demasiados alardes técnicos, pero con un agradable estilo gráfico chell-shading, Rollerdorme consigue entretenernos con una propuesta difícil de dominar pero que resulta muy satisfactoria cuando conseguimos superar sus retos. El juego funciona, es divertido y la obligación de mezclar trucos y combos sobre las pistas mientras esquivamos balas y abatimos enemigos nos ha enganchado sobre manera.
Un juego entretenido, desafiante y repleto de acción que funciona. No esperes el mejor juego estilo Tony Hawk pero prepárate para soltar adrenalina sobre los patines y afina tu puntería. Además, su mensaje político de fondo nos ha hecho pensar (mientras seguíamos apretando el gatillo, eso sí).
*Hemos realizado este análisis con un código de Rollerdrome para PS5 proporcionado por Private Division.