Tradicionalmente la naranja y sus derivados han sido los proveedores de vitamina C por excelencia. Desde niños, tomar un zumo de naranja recién exprimido es sinónimo de salud, ya que nos aporta esta vitamina tan buena para “evitar catarros”. Es obvio que esto tiene mucho de cierto, aunque hay algunos puntos que han de quedar claros: la pieza de fruta es mejor que el zumo, la vitamina C sirve para mucho más y hay otras frutas que aportan más cantidades de esta vitamina. De hecho, hay una que proporciona 50 veces más. Su nombre es acerola y a continuación hablaremos de ella.
Pero antes de conocer más detalles sobre este fruto conocido como cereza de Barbados, hay que apuntar cuáles son las funciones de la vitamina C para que, de ese modo, todos nos concienciemos de la necesidad de ingerir alimentos que la contengan. La Clínica Universidad de Navarra expone lo siguiente al respecto:
“Actúa en el organismo como transportadora de oxígeno e hidrógeno. Al igual que la vitamina E, tiene efectos antioxidantes. La vitamina C participa también de forma decisiva en los procesos de desintoxicación que se producen en el hígado y contrarresta los efectos de los nitratos (pesticidas) en el estómago. La vitamina C mejora la absorción del hierro, conserva las encías, huesos, dientes y vasos sanguíneos y ayuda al sistema inmunitario”.
Asimismo, esta clínica apunta como principales trastornos de su carencia padecer escorbuto –habitual en el pasado, aunque muy raro en la actualidad–, así como mayor cansancio, irritabilidad y dolores en las articulaciones. “Las necesidades de vitamina C aumentan durante el embarazo, la lactancia, en fumadores y en personas sometidas a situaciones de estrés”, añade.
Como hemos comentado, la acerola multiplica hasta por 50 el contenido de vitamina C con respecto a la naranja. No obstante, no es la única fruta que la supera, puesto que, según una tabla realizada también por la Clínica Universidad de Navarra, tanto la guayaba, como la papaya, el kiwi y la frambuesa también arrojan valores superiores. Por ejemplo, la guayaba aporta 273 miligramos por cada 100 gramos de fruta, mientras que la naranja (y el limón) se quedan en 50.
Pues bien, la acerola va mucho más allá. Esta fruta, conocida también como cerecita o manzanita, es originaria de América Central, de la zona de las Antillas y de las áreas tropicales húmedas de Sudamérica. Crece en un arbusto que tiene de tres a cinco metros de altura, su color es rojo y su sabor es ácido. Asimismo, su tamaño es similar al de una cereza grande, de ahí que se la conozca como cereza de Barbados o cerecita. Sin embargo, su sabor no es similar, pues, como hemos apuntado, resulta más ácido.
Cabe señalar que la acerola es el fruto que más vitamina C proporciona, situándose solo por detrás del fruto de la Terminalia ferdinandiana –originario de Australia, de forma almendrada, de color verde y amarillento y con unas pequeñas dimensiones de 1x2 centímetros– y el del camu-camu, de aspecto similar a la acerola y que crece en la Amazonía. Así pues, se podría decir que todos ellos no solo superan con creces la vitamina C que proporciona la naranja, el limón, el pomelo o la mandarina, sino que son las mayores fuentes de esta vitamina que se pueden encontrar en la naturaleza.
En cuanto a las propiedades, todos superan con creces la cantidad diaria recomendada de esta vitamina, de manera que con una pequeña ingesta tendríamos resuelta esta necesidad del organismo. En el caso de la acerola, por ejemplo, también proporciona vitaminas B1, B2 y B6, además de magnesio, potasio, hierro, fósforo y calcio. Por esta razón, resulta especialmente recomendable como antioxidante y para reducir lesiones musculares, dado que fomenta la creación de colágeno.