Esta es una historia difícil de contar porque trata de una persona a la que le partieron la infancia en dos. Fue el 17 de octubre de 1991, Irene Villa perdió las piernas al estallar el artefacto que la banda terrorista ETA había colocado en el coche de su madre, una funcionaria de la Comisaría de Los Carmenes. La suya fue una niñez complicada, de retos y de dolor pero que a pesar de todo, convirtió a aquella niña en una mujer que nunca ha perdido la sonrisa.
“Parecía que estaba muerta y decían: “A por la madre que la niña está muerta”, y se llevaron a mi madre, alguien por fin me dio la vuelta y comprobó que tenía pulso. Entonces dijeron “Que la niña también está viva”. Con estas palabras y recordando las imágenes del terrible atentado que cambió su vida para siempre, ha comenzado Samanta Villar a descubrir en profundidad la vida de Irene Villa. A la periodista le ha llamado mucho la atención que su madre e Irene no se desangraran de camino al Hospital Gómez Ulla, pero Irene le ha explicado que sus heridas se quemaron, se cauterizaron con la explosión y que salieron vivas porque el coche “eran cuatro latillas” y se abrió, si no se hubieran quemado vivas.
Irene ve las imágenes del día que su vida cambió para siempre con mucha serenidad y naturalidad, asegura que a ella y a su madre no le impresionan porque consideran que ambas son un milagro de la vida, pero que su hermana todavía no ha sido capaz de verlas.
Irene tenía por aquel entonces 12 años, y la niña que perdió las piernas y parte de una mano en aquella explosión se convirtió desde ese día en un ejemplo de superación. Irene nunca pensó en abandonar su lucha, pero sí asegura que fue complicado porque era tan solo una niña y le costaba luchar día a día.