El primer atentado indiscriminado de la banda terrorista ETA ocurrió hace 50 años en la cafetería Rolando de Madrid. En él murieron 13 personas y más de 70 resultaron heridas. Según informa Diego Arce, una exposición de fotografía muestra cómo quedó el local tras la explosión y reconstruye lo que ocurrió hace cinco décadas para recordarnos que, aunque pueda parecernos ya algo lejano, el terrorismo ha estado muy presente en nuestra historia reciente. Uno de los supervivientes cuenta en Noticias Cuatro cómo lo vivió.
Un día como hoy, hace 50 años dos terroristas franceses entraron en la cafetería Rolando y dejaron bajo una de las mesas del local “un maletín bomba con hasta ocho kilos de dinamita y 1.000 tuercas”, cuenta Gaizka Fernández, historiador de la exposición.
Esta fue la primera masacre de ETA, murieron 13 personas y significó un antes y un después en la historia de la banda porque “se pasa del terrorismo discriminado al terrorismo indiscriminado”, explica el historiador.
Los autores materiales de la matanza nunca fueron juzgados. Gaizka Fernández destaca que cuando entrevistaron a las víctimas todas se quejaban de lo mismo, “somos las grandes olvidadas de esta historia”.
Han pasado ya 50 años de este terrible atentado, la cafetería Rolando ya no existe, pero todavía hay supervivientes que lo recuerdan. Julio, uno de ellos, cuenta a Noticias Cuatro que “eran las dos y veinte, era la hora en la que la policía solía venir y estaba lleno”. Él se encontraba trabajando en el primer piso del edificio, “pegó un salto el taburete donde yo estaba y yo dije, ahora se hunde el edificio, pero no se hundió”. A pesar del tiempo, este superviviente lo recuerda perfectamente, “eso te queda grabado de por vida”.
Julio continúa con su relato, al salir al portal encontró a dos niñas entre los escombros, “una vez sacadas les dije qué hacíais vosotras solas aquí y es cuando me dijeron, ¡ay, mamá!”. “Quitamos el escombro”, continúa, “y apareció la madre que se había quemado un poco la cara, la bomba les pilló al lado, la saqué y al hospital”.
“No he vuelto aquí”, reconoce Julio, “me quedó grabado todo lo que yo aquí viví”. Pero, 50 años después, en la exposición en memoria del atentado conoce a las niñas a las que salvó, “me hizo mucha gracia cuando pregunté “¿y vuestra madre moriría no?” y me dijeron, “no, vivió”, y yo les dije, pues eso si que me alegra”. Medio siglo después Julio sabe que ese día salvó otra vida.
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