Los humanos somos animales de costumbres, pero no tiene nada que ver con nuestro estilo de vida, nuestra cultura o con que nos de pereza el cambio. Tiene que ver con cómo funciona nuestro cerebro. En una entrevista para ‘Noticias Cuatro’, la neurocientífica Ana Ibáñez da las claves de este asunto.
Ana Ibáñez, neurocientífica en Mindstudio, comenta: “El cerebro humano no está diseñado para el cambio, es todo lo contrario, porque nuestro cerebro si tiene un lema es ‘yo quiero que sobrevivas’”. Añade: “Muy lejos de que nuestro cerebro quiere que experimentemos cosas nuevas todo el tiempo, lo que quiere es que estemos más apegados a lo que ya sabemos hacer”.
Conocer que tenemos esta resistencia al cambio puede ser muy útil. Ana Ibáñez dice: “Es importante saber que esa resistencia frente a algo nuevo siempre va a existir porque es biológica. Lo que tenemos que hacer es “desmontar esa biología” para engañar a nuestro cerebro para que deje de ver aquellos retos y estas novedades como algo amenazante y que lo vea como un mundo de posibilidades”.
Hay personas a las que les cuesta menos cambiar, antes esto Ana Ibáñez explica: “Hay personas que tienen más facilidad para aceptar el cambio porque han llevado a su cerebro a trabajar más veces en esa incomodidad que supone hacer cambios. De pasar un poco de temor, de superar retos. Entonces tienen su cerebro entrenado para eso.
Ana Ibáñez se dedica a entrenar cerebros mediante la lectura de actividad cerebral con unos sensores. Es un proceso no invasivo donde solo se leen frecuencias y a tiempo real enseñan a través de una pantalla unos ejercicios para que el cerebro vaya probando cómo es funcionar en otras frecuencias. Funcionar en frecuencias mucho más calmadas tendrá un impacto directo en nuestro rendimiento cerebral y en la salud mental.
El cambio es un proceso que lleva a la sustitución de nuestro estado mental que ya conoce nuestro cerebro, el encargado de realizar nuestras acciones, por otro desconocido. Tenemos una serie de hábitos y comportamientos que ya ha procesado nuestro cerebro y no le suponen ningún esfuerzo hacerlos.
Respecto a enfrentarse al estado mental desconocido, el cerebro tiene que integrar nuevas rutas de comportamiento, lo que provoca en nosotros miedo ante la incertidumbre de lo desconocido.
La gente no suele querer enfrentarse a los cambios por diversas razones: perder el control de la situación, perder el reconocimiento de otros, miedo al rechazo, miedo a quedarse solo, etc. Esto en los niños no suele pasar, debido a que no tienen esos miedos antes mencionados, los adquieren a medida que los adultos les enseñan limitaciones y creencias, lo que lleva a que adquieran ciertos bloqueos cuando se hacen mayores.