Rusia alardea de avanzar y conquistar enclaves importantes en el este del país y Ucrania lo niega. Ambos mantienen un pulso intenso en la zona del frente oriental con un ojo puesto en la solución diplomática. Las batallas continúan en la región oriental del Donetsk. En la ciudad de Velyka Novosilka, se han visto a unos soldados rusos ondeando banderas en la azotea tras la toma de un enclave estratégico tras semanas de combates urbanos combinados con maquinaria e infantería.
Lejos de los combates, los civiles siguen sufriendo bombardeos como el de Járkiv, un ataque ruso con drones que ha provocado un fuerte incendio, varios derrumbes y ha herido a civiles. El ministro de Exteriores, Unión Europea (UE) y Cooperación, José Manuel Albares, ha anunciado una nueva partida de 10 millones de euros -en una nueva visita al país- tras destacar el apoyo de España a Ucrania.
De vuelta a la zona disputada del este, los ucranianos rescatan a los ciudadanos atrapados que no abandonan sus casas en situaciones lamentables por miedo a los combates y falta de recursos. Se cree que unas 7.000 personas permanecen en una zona peligrosa en Pokrovsk, un lugar que tenía 60.000 residentes antes de la guerra. Fuera de la zona urbana, en un camino nevado de una zona boscosa, acudimos a la preparación de un ataque de largo alcance de un batallón ucraniano.
Ellos aprovechan la oscuridad de la noche para lanzar un aparato no tripulado para reventar restructuras, depósitos de munición o ciudades alejadas. Todo muy por detrás de la línea del frente, en la retaguardia. Estos drones tienen capacidad de volar más de 2.000 kilómetros con una precisión muy ajustada. Ambos ejércitos venden sus avances y aseguran llevar la iniciativa en una guerra que mira de reojo la intervención norteamericana para una solución diplomática.
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