La dictadura de Siria se mantuvo durante años gracias al narcotráfico, exactamente al negocio de la droga captagón. Tras la caída del régimen de Bashar al-Asad, los rebeldes han decidido acabar con esta sustancia. Laura de Chiclana ha entrado con ellos en un palacio donde se fabricaba esta droga.
En una lujosa casa cerca de Damasco, en Siria, se esconde un oscuro negocio, el del captagón, también conocida como la cocaína de los pobres. Uno de los rebeldes a los que Laura de Chiclana ha acompañado a este palacio cuenta que “fueron los vecinos de la zona los que nos hablaron de este lugar”.
El captagón es una anfetamina legal utilizada en Medio Oriente y se convirtió en la mayor exportación de Siria bajo el régimen de al-Asad, durante los trece años de la guerra civil en el país. “El captagón es malo, nocivo, puede matar a muchas personas”, explican los rebeldes que han descubierto este lugar.
Para comercializar esta droga la meten en unas pequeñas bolitas dentro de las que hay cuatro pastillas de droga. Esta píldora puede ingerirse o triturarse para aspirarla por la nariz. “Al-Asad solo se preocupaba por crear y tener más dinero, le daba igual si esto mataba o no a la gente”, afirma nuestro particular guía por esta fábrica.
El olor en la fábrica es muy fuerte. Este lugar fue descubierto por los rebeldes. Muchas de las pastillas las quemaron y otras las tiraron por las alcantarillas. “Ya hemos quemado parte de la droga como nos han ordenado, en unos días el ministerio de salud vendrá y ya ellos destruirán todo lo que queda”, explica.
Los nuevos líderes del país, en concreto el líder rebelde Abu Mohammed al Jawlani, aseguran que Siria se ha convertido en el mayor productor de captagón de la tierra y que, ahora, el país tiene que ser purificado.
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