Raquel Peláez: “Hay una línea invisible entre el abrigo de visón y el fachaleco”
La periodista de El País publica ‘Quiero y no puedo’, un ensayo que retrata a los pijos a través de la historia de España
“Ser de derechas no es lo mismo que ser pijo; se puede ser pijo de izquierdas”, aclara.
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¿Qué es un pijo? ¿Existen pijos de verdad y pijos de mentira? ¿Un pijo es siempre de derechas? ¿Es lo mismo ser pijo que rico? Son preguntas que se ha hecho Raquel Peláez, la subdirectora de la revista ‘S Moda’ de El País, y que ha intentado responder en ‘Quiero y no puedo’ (Blackie Books), un ensayo que retrata a los pijos a través de la historia de España.
“Hay una línea invisible entre el abrigo de visón y el fachaleco”, explica gráficamente Peláez. “Podemos trazar una historia entera de nuestro país solamente a través de aquello que sus habitantes sueñan con tener”, añade. La historia de los pijos de España es también una historia de España porque habla, en realidad, de la evolución de su estructura de clases sociales.
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El ensayo explica que la clase ociosa configura el imaginario aspiracional de nuestro tiempo mientras disfruta de privilegios exclusivos. Con la Revolución Industrial y la aparición de la burguesía en las ciudades, los nuevos ricos empezaron a querer mostrarse como heraldos de una nueva clase emprendedora y pomposa. Las fiestas de Eugenia de Montijo y la nueva estética dandy eran solo la guinda del pastel, y a medida que se desarrollaba el urbanismo en el siglo XIX surgieron nuevas formas de hedonismo. Había nacido la “clase ociosa”.
“Pero ser de derechas no es lo mismo que ser pijo; se puede ser pijo de izquierdas”, aclara la autora, que fue redactora jefa de la revista Vanity Fair. Y el look pijo ha cambiado en los últimos años: “Antes el pijo de los 80 iba con vaqueros; el cayetano no se los pone ni loco”.
Los pijos de hoy y de ayer entienden que lo importante no es solo tener dinero, sino contar a los cuatro vientos qué compran y, sobre todo, que ostentan el poder disponer libremente de su tiempo. “Y ahora -concluye Raquel Peláez- la clase media aspira a privilegios legítimos a los que puede acceder”.
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