Pompeya es uno de los lugares más visitados del mundo. A lo largo de los años, se han ido descubriendo pequeños detalles de la vida e historia de los habitantes que vivían en la ciudad asolada por la erupción del Vesubio en el año 79 d.C. Durante este tiempo, se han ido relatando las supuestas historias sobre aquellos que quedaron cubiertos por las cenizas.
Cuando se visita el Parque Arqueológico de Pompeya, se pueden ver los moldes de yeso de las víctimas encontradas en ese desastre natural de proporciones épicas. De hecho, hay algunas muy conocidas como la madre e hija que se abrazan en la Casa de Criptopórtico, o la familia compuesta por dos padres y dos hijos en la Casa del Brazalete de Oro.
Estas historias e identidades han quedado en entredicho debido a un nuevo trabajo de análisis del ADN antiguo. Este estudio está liderado por el genetista David Reich, de la Universidad de Harvard, y ha invalidado muchas de estas interpretaciones ya que los datos genéticos de su estudio no encajan con el relato que se aplicó a estas víctimas, demostrando que estas interpretaciones estaban muy sesgadas. El estudio publicado en la revista Current Biology, ha permitido reconstruir estas historias gracias al material esquelético que estaba incrustado en los moldes, pudiendo averiguar las relaciones genéticas entre los individuos, su género, ascendencia y movilidad.
Por ejemplo, en el caso de los moldes de una madre con un brazalete de oro que abrazaba a su hija, se ha podido demostrar que no se trataba de esa conmovedora escena, sino que era un hombre abrazando a un niño con el que no tenía relación de parentesco. Otro caso fue el de la Casa del Brazalete de Oro, anteriormente mencionado, donde los cuatro individuos encontrados que se interpretaba como una familia, no lo eran. Se trata de cuatro individuos varones sin relación genética entre ellos.
Otro caso relevante fue el de la Villa de los Misterios, donde se creyó que la víctima, un hombre de 1,85 metros que portaba objetos como un látigo y monedas de bronce, sugería que no pertenecía a la clase rica, sino que era un trabajador de la villa.
Además, estos hallazgos no sólo desmienten las interpretaciones que se habían contado sobre los supuestos vínculos familiares de las víctimas, sino que también dan luz sobre cómo era la composición demográfica y la diversidad genética tan sorprendente que existía en Pompeya, lo cual ha demostrado que era una ciudad cosmopolita y multiétnica al igual que lo fue Roma.
El ADN extraído a las víctimas, ha mostrado que algunos residentes de Pompeya tenían relaciones genéticas con poblaciones del Mediterráneo Occidental, concretamente con el Levante y con las poblaciones judías existentes en el norte de África. Estos descubrimientos hacen que se pueda confirmar la importancia de la ciudad de Pompeya y que su puerto atraía a personas de multitud de lugares, quedando constancia de ellos a través de la composición genética de sus ciudadanos.
Gracias a la aplicación de la ciencia y estas demostraciones, se ha visto la necesidad de integrar el análisis de ADN en la arqueología, para así, evitar errores que se puedan cometer debido a interpretaciones erróneas sobre las estructuras familiares de civilizaciones antiguas.
Esta revisión que se ha realizado con los restos de Pompeya a través de la genética, ha puesto en valor la importancia del uso de nuevas herramientas dadas por el avance tecnológico, como puede ser estos análisis de ADN que hace unas décadas no existían. Y de esta manera, puedan dar luz y corregir estas interpretaciones que se dieron para poder comprender mejor ciertos eventos históricos.
Este estudio ha servido como un gran ejemplo de cómo la ciencia puede cambiar unas perspectivas ya consolidadas y abrir nuevas perspectivas para investigar de una manera más certera y efectiva en el campo arqueológico.
Alissa Mittnik, del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en Alemania, resaltó que “estos descubrimientos destacan la relevancia de combinar datos genéticos con la arqueología para obtener una visión más precisa de la historia”. Señalando también que este enfoque permite evitar que se creen interpretaciones basadas en prejuicios modernos sobre los roles familiares y las relaciones personales actuales, ya que difieren mucho de lo que sucedía hace 2.000 años.
Además, añade que “nuestros resultados científicos basados en el ADN aportan información adicional a los análisis arqueológicos y antropológicos anteriores y nos hacen replantearnos quiénes eran realmente esas personas, cómo se relacionaban entre sí y cómo se comportaban en los últimos años de su vida”.
De esta manera, ha quedado demostrada la importancia que tiene la combinación de métodos tradicionales con otros más modernos, como en este caso, la genética o el análisis de isótopos de estroncio para poder tener un enfoque mucho más completo y así, poder reescribir la verdadera historia de las víctimas de la erupción del Vesubio en Pompeya.