“Cuando me miro al espejo sufro, me veo viejo, como en las fotos”, confiesa el escritor Manuel Vilas (62 años, Barbastro, Huesca). Pero añade: “Con más de 60 años ya no te puedes poner filtros, te desnudas”. Y eso es lo que ha hecho en su última obra, ‘El mejor libro del mundo’ (Destino), de clara inspiración autobiográfica.
En ella narra la historia vital de un escritor que se levanta todas las mañanas, desayuna y se va a trabajar a su oficina particular para crear el que espera que sea el mejor libro del mundo. Vilas cuenta a todo el mundo quién y qué es un escritor desde un lugar distinto, en el que nunca ha sido expuesto, desde su fragilidad: el síndrome del impostor, la constante -y cómica- comparación con los demás, las decepciones, la incertidumbre, convivir con la alegría y el fracaso y así hasta sus últimos días.
Y también el veneno de la literatura. “No puedo pasar todo un día paseando por el Retiro -revela, durante la conversación en este parque madrileño-. Tengo que escribir todos los días. Cuando no escribo solo pienso en lo que he escrito. Siempre pienso en clave literaria. La literatura te absorbe, se lleva tu identidad”.
Un elenco variado de personalidades acompaña al protagonista de la novela en este particular viaje, desde grandes nombres de la cultura y del arte occidental hasta artistas del pop. Por este libro desfilan desde Hegel, Pergolesi, Nietzsche, Aldous Huxley, Dante, Kierkegaard, Borges, Kafka o Virginia Woolf hasta Andy Warhol, Edith Piaf, John Lennon, Amy Winehouse, Lou Reed, Willian Burroughs o cineastas como Luis Buñuel, Max Ophüls o Alfred Hitchcock.
La lectura de ‘El mejor libro del mundo’ parte de una premisa: el amor a la realidad y la huida de los dogmas de cualquier tipo. “Con 60 años te das cuenta de que casi todo son supersticiones -explica. Nos gusta elegir la utopía en vez de la realidad. Por eso me alejo de la gente que te quiere vender una verdad, de la naturaleza que sea: religiosa, literaria, política o económica”.
“Yo he conseguido ser absolutamente moderno a partir de los 60. Pongo en cuestión toda mi cultura heredada. También toda la educación que me dieron mis padres, a pesar del amor”, reconoce Vilas. Esta nueva obra supone una mirada única, ocurrente y muy real sobre cómo un escritor lucha día tras día por ser apreciado, sentirse querido y pasar a la posteridad. Pero siempre desde la comedia.
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