Ramón González Férriz, autor de ‘Los años peligrosos’: “Cada vez nos cuesta más aguantar al amigo con el que no estamos de acuerdo”

¿Hemos dejado de hablar de política con familiares? ¿Nos cuesta discutir con amigos que no votan a su partido? Es consecuencia de la polarización política. Hasta las cosas más cotidianas como la música que escuchamos o la ropa que llevamos está más mediatizado políticamente. Esto es algo peligroso, según afirma el analista político Ramón González Férriz en su libro ‘Los años peligrosos’, dónde explica por qué la política se ha vuelto tan radical.

Según explica el analista político “estamos impregnando toda la vida social, las relaciones sociales de una polarización política que creo que es muy negativa”. Esto nos afecta claramente en nuestras relaciones, “cada vez nos cuesta más aguantar a ese amigo con el que no estamos de acuerdo, cada vez nos parece más intolerable el familiar con el que nunca hemos estado de acuerdo, pero más o menos lo tolerábamos”.

“Los toros eran transversales, ahora están empezando a ser para gente de derechas, estamos empezando a asociar el veganismo con la izquierda, qué deporte me gusta, qué música escucho, que ropa llevo están cada vez más mediatizadas por la política y por la ideología y por el grupo al que pertenecemos”, asegura.

¿Cómo utilizan la polarización los partidos políticos?

Esta polarización la utilizan los partidos políticos, “como se que estamos polarizados y se que tu nunca te vas a venir conmigo, mi objetivo es que los míos caben una trinchera y sean un ejército contantemente dedicado a la campaña, a la polarización y a la discusión”.

Para González Férriz, en cambio, hay cosas en las que sí estamos de acuerdo, “cómo arreglamos el tráfico o cómo arreglamos la ayuda a las familias monoparentales, esas cosas más pequeñas, que son importantes, los españoles estamos bastante de acuerdo”.

La receta para acabar con la polarización no parece sencilla, “obligarnos a ser mínimamente empáticos con nuestros adversarios”. “Hay algo que empiezas a entender, que la gente que detestas no es necesariamente mala, si no que tiene una experiencia vital o unos intereses legítimos que son profundamente distintos a los tuyos”, afirma.