En España, las personas privadas de libertad tienen la posibilidad de realizar trabajos remunerados mientras cumplen condena, una práctica que no solo busca su reinserción social, sino también ofrecerles cierta autonomía económica durante su estancia en prisión. Sin embargo, este tema a menudo genera polémica e interrogantes sobre cuánto dinero realmente pueden ganar los presos, qué tipo de trabajos desempeñan y qué beneficios se derivan de ello. Entender cómo funciona este sistema es clave para arrojar luz sobre las políticas de reinserción laboral y el panorama de los derechos laborales en los centros penitenciarios.
El salario que perciben los presos en España depende de varios factores, entre ellos el tipo de trabajo que realizan, las horas que dedican y el centro penitenciario en el que se encuentren. Aunque la remuneración está muy lejos de los salarios del mercado laboral en libertad, para muchos internos representa una oportunidad de contribuir económicamente a sus familias o acumular un pequeño ahorro para cuando recuperen su libertad. A continuación, analizamos en detalle cuánto cobra un preso en España, qué beneficios puede recibir y qué implicaciones tiene este modelo para la reintegración social.
El trabajo en las cárceles españolas está gestionado principalmente por la Entidad Estatal de Trabajo Penitenciario y Formación para el Empleo (ETPFE), un organismo público que organiza y supervisa las actividades laborales dentro de los centros penitenciarios. Los presos tienen la opción de acceder a trabajos industriales, de mantenimiento y servicios dentro de la cárcel, como tareas de lavandería, cocina, limpieza o producción en talleres industriales. También pueden acceder a formación profesional para mejorar sus habilidades laborales.
El salario medio que puede percibir un preso oscila entre los 150 y 400 euros al mes, según datos del Ministerio del Interior y la ETPFE. Esto depende en gran medida del tipo de trabajo realizado y las horas dedicadas. En general, la mayoría de los presos no puede trabajar jornadas completas debido a limitaciones operativas dentro de los centros penitenciarios, por lo que sus salarios son proporcionalmente más bajos que en el exterior.
Los trabajos en talleres industriales, donde los presos pueden fabricar productos como muebles, componentes electrónicos o realizar trabajos de empaquetado para empresas externas, suelen estar mejor remunerados que las tareas de limpieza o cocina, que tienen sueldos más cercanos al salario mínimo establecido para las prisiones. Cabe destacar que el salario mínimo interprofesional (SMI) no se aplica en las cárceles, aunque los internos están sujetos a un régimen laboral especial, donde se respeta la seguridad social y pueden cotizar para una futura pensión.
Además del salario, los presos en España pueden recibir una serie de beneficios adicionales, como la cotización a la seguridad social si cumplen con ciertas condiciones laborales. De este modo, aunque los ingresos sean bajos, los presos que trabajan pueden seguir contribuyendo a su jubilación. Según el Reglamento Penitenciario (Real Decreto 190/1996), los presos tienen derecho a estar protegidos por el sistema de Seguridad Social en relación con la asistencia sanitaria, las prestaciones económicas por incapacidad temporal y la cotización para la jubilación.
Otro aspecto relevante es que los internos pueden usar parte de su salario para ayudar económicamente a sus familias o para ahorrar de cara a su liberación. En muchos casos, los presos destinan estos ingresos a cubrir pequeñas necesidades personales dentro del centro, como la compra de alimentos adicionales, productos de higiene o el acceso a otros servicios no cubiertos por la administración penitenciaria.
No obstante, es importante destacar que la capacidad de ahorro es limitada debido al bajo salario y a los gastos obligatorios que algunos internos tienen que asumir, como el pago de indemnizaciones a las víctimas en caso de que haya sentencias judiciales de este tipo. Según el Ministerio del Interior, alrededor del 40% de los presos que trabajan destinan una parte de sus ingresos a pagar deudas derivadas de responsabilidades civiles.
El trabajo en prisión está diseñado no solo para proporcionar un pequeño ingreso a los internos, sino también como una herramienta clave para la reinserción social. Al aprender oficios y adquirir experiencia laboral, los presos aumentan sus posibilidades de encontrar empleo tras cumplir su condena, lo que reduce el riesgo de reincidencia. De hecho, diversos estudios respaldan la idea de que la ocupación laboral en prisión contribuye a un retorno más exitoso a la vida en libertad, ya que refuerza la disciplina, la responsabilidad y la adaptación a las normas sociales.
En este sentido, el acceso a formación profesional es también un factor fundamental. Los internos que se capacitan en trabajos especializados, como la carpintería, la jardinería o la reparación de vehículos, tienen más oportunidades de incorporarse al mercado laboral al salir de prisión. Programas como los ofrecidos por la ETPFE buscan mejorar las competencias laborales y la empleabilidad de los presos, aunque las tasas de acceso a estos programas aún son limitadas.
El sistema de trabajo penitenciario en España cumple una doble función: proporciona una mínima fuente de ingresos a los presos y fomenta su reinserción social. Aunque los salarios que perciben son modestos y las oportunidades laborales limitadas, el hecho de poder trabajar y cotizar a la seguridad social tiene un impacto positivo en su rehabilitación y retorno a la sociedad. Sin embargo, queda mucho por hacer para mejorar las condiciones laborales dentro de las prisiones y asegurar que todos los internos tengan acceso a formación y empleos que les permitan una reintegración más efectiva.
*Este texto ha sido generado con ayuda de Inteligencia Artificial, guiado y editado por el autor.