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La prueba de esfuerzo: en qué consiste y cuándo hay que hacerla

  • La prueba de esfuerzo es recomendable para detectar enfermedades cardíacas que puedan afectar a la práctica deportiva

En una época en la que los nervios y el estrés están a la orden del día, es recomendable saber todo sobre la prueba de esfuerzo, también conocida como ergometría. Una práctica que todos deberíamos realizar para conocer a fondo nuestro cuerpo. Y porque siempre es importante mantenerse en forma.

¿Qué es la prueba de esfuerzo?

La prueba de esfuerzo es un examen a nuestro cuerpo, realizado para medir nuestra resistencia física mediante diversos ejercicios. De esta forma, se puede pronosticar o tratar una enfermedad cardíaca.

La propia Fundación de la Salud asegura que el fundamento de esta prueba es el de poner de manifiesto patologías que no presentan síntomas cuando el paciente está en reposo, pero que son sintomáticas al realizar ejercicio físico. Por tanto, gracias a esta prueba, pueden detectarse anomalías o trastornos cardiovasculares relacionados con el flujo de la sangre al corazón, prácticamente imposibles de localizar en un electrocardiograma convencional.

Esta prueba también puede realizarse para comprobar el estado físico de una persona que quiere someterse a un plan de entrenamiento exigente, o quiere practicar algún deporte que le exponga al máximo. Los especialistas en medicina deportiva recomiendan que se realice una prueba de esfuerzo dentro de un reconocimiento médico previo a la práctica de ejercicio, para determinar que la actividad escogida sea apta para nosotros y no tengamos ningún problema al realizarla.

¿En qué consiste la prueba de esfuerzo?

La realización de la prueba de esfuerzo tiene varios patrones determinados. En primer lugar se realizan dos electrocardiogramas en reposo: uno tumbado y otro de pie.

Cuando empieza la prueba de actividad, el paciente está constantemente conectado a un monitor que muestra, en tiempo real, el estado de la prueba. También se observa en todo momento la presión arterial mediante un dispositivo, para ver el estado antes, durante y después de la prueba.

Con todos los preparativos, el paciente comienza la prueba de esfuerzo subido a una bicicleta estática o a una cinta de correr. El supervisor es quien marca el ritmo y la velocidad que debe llevarse en todo momento. Cada tres minutos se incrementa la intensidad para realizar un esfuerzo progresivo y comprobar la resistencia del corazón.

Es el paciente el que marca el final de la prueba cuando comprueba que ya no puede más. Aunque antes debe esforzarse al máximo. Si el paciente se encuentra mal o se marea, debe detener la prueba avisando previamente al supervisor.

Si no se llega a ese límite, cuando se haya superado el 80% de la frecuencia cardíaca máxima teórica también se detiene y comienza la fase de recuperación, que dura entre tres y cinco minutos, y también se continúan midiendo nuestros rastros cardiovasculares.

Obviamente, si durante la prueba el sistema detecta alguna arritmia o anomalía cardíaca, se detendrá por completo. En concreto, una prueba de esfuerzo tiene una duración de unos quince minutos.

Recomendaciones al realizar una prueba de esfuerzo

Para realizar una prueba de esfuerzo, lo más recomendable es no haber comido nada pesado, al menos tres horas antes de la prueba. También es más que aconsejable tener una preparación física previa, aunque sea mínima. Hacerla tras un periodo de inactividad, es poco práctico. Llevar ropa cómoda y deportiva es otra recomendación interesante.

El precio de una prueba de esfuerzo variará en función del centro en el que la realicemos, pero puede oscilar entre los 65€ y los 149€.