Michael Jordan era un deportista hecho de otra pasta. Lo demostró durante toda su carrera con momentos inolvidables que le han aupado al olimpo de la historia del baloncesto. Uno de los episodios más recordados fue el conocido como ‘Flu Game’, un partido decisivo en las finales de 1997 que disputó con 38 de fiebre.
Utah Jazz y Chicago Bulls se disputaban el campeonato de la NBA con la eliminatoria 2-2. El quinto partido sería determinante. Jordan, la estrella indiscutible de los Bulls, llegó al pabellón con una condición física bastante mermada, con 38 de fiebre, un color de piel diferente y unos síntomas similares a los de la gripe. Hay quien dice que podía ser incluso una resaca.
Jordan era un ganador nato, tal y como ha mostrado en numerosas ocasiones, y realizaría un esfuerzo sobrehumano para disputar ese partido.
No solo jugó un total de 44 minutos, sino que tuvo una actuación decisiva para contribuir en la victoria de los Bulls. Air Jordan acabó el partido anotando que 38 puntos, obtenidos por medio de un 48% de acierto en tiros de campo. 15 de esos puntos en el decisivo último cuarto.
También capturó 7 rebotes, 5 asistencias, 3 robos y un tapón. Además, fue clave para remontar un partido que iban perdiendo por 16 puntos, anotando un triple decisivo a falta de 27 segundos.
Un partido que dejó una instantánea inolvidable, con Jordan dirigiéndose al banquillo tras cumplir su misión. Exhausto, se abrazó con su compañero Scottie Pippen. “Jugué hasta desmayarme. Estaba casi deshidratado y no podía respirar. Tenía la boca muy seca. Y todo eso solo para ganar un partido de baloncesto”, declaró Jordan al finalizar el encuentro.
Aquel partido encumbró todavía más el carácter ganador de Jordan, capaz de competir a un nivel extraordinario incluso con condiciones físicas adversas, que muy pocos seres de este planeta podrían soportar. Y nadie rindiendo a un nivel estratosférico con 38 de fiebre en las finales de la NBA.
Años más tarde se reveló qué era lo que realmente había pasado; no fue una gripe, sino una intoxicación alimenticia.
Tim Grover, preparador físico de Jordan durante toda su carrera, desveló lo acontecido a la cadena ESPN en el año 2013.
Grover afirmaba que, en la víspera del partido, Jordan estaba hambriento y pidieron unas pizzas; una idea que entusiasmó al número 23.
Fueron cinco personas a entregarlas. Grover admite que tuvo entonces un mal presentimiento. “De todos los que había en la sala, solo comió pizza Jordan”. La ansiedad de la estrella de los Bulls hizo que comiera más de la cuenta.
Tan solo cuatro horas después, Jordan llamó a su preparador. Se encontraba retorciéndose de dolor y sudando, fruto de una intoxicación alimentaria. Se pasó toda la noche en vela con vómitos, fiebre y sin fuerzas para moverse de la cama. Una lucha contra el crono, ya que el partido comenzaría en unas horas. No se repuso por completo, pero cumplió con una actuación estelar a pesar de no haber descansado y de encontrarse destrozado físicamente.