De nuevo en el Camp Nou se vio una imagen pobre del FC Barcelona. El resultado pesa, pero la imagen también. Sin rastro de un equipo con carácter, el único que destacaba era Gerard Piqué. El jugador a lo largo de estos partidos es el que ha sabido sacar la cara tanto en el campo como fuera y ante el Granada volvió a mostrar su liderazgo, pero desde el banquillo dando órdenes como si se tratara de un entrenador.
Piqué tomó las riendas desde la banda y no paró de dar indicaciones a sus compañeros. Colocaba a Dest, quejándose sobre la pérdida de tiempo del Granada, pero cuando estalló fue cuando vio el tiempo añadido del primer tiempo que fueron 4 minutos y no se pudo contener. "Es una vergüenza", decía el central.
Aquí no terminaron sus quejas, cuando se pitó el final fue a por el árbitro para acompañarle al túnel de vestuario y seguir dialogando con el colegiado. En el segundo tiempo, Koeman lo mandó a calentar, pero estuvo más pendiente de lo que pasaba en el campo que de calentar bien y no paró de quejarse al linier de la pérdida de tiempo. "Ya está bien, hombre".
Koeman decidió que Gerard Piqué sería más útil desde el campo y saltó a escena en el minuto 75, pero no como defensa, directamente como delantero centro para rematar los balones colgados. Entró en el césped dando indicaciones y no paró de hacerlo hasta el pitido final.
Se peleó con toda la defensa para intentar rematar a la desesperada cualquier centro y como Araujo confirmó tras el partido, fue algo que no estaba ensayado. "La verdad que no lo entrenamos. Tenemos a ‘Geri’ que es alto, quizás no lo remata él pero si arrastra para que otro remate".
Piqué no remató el centro de Gavi del gol, pero fue clave al rescatar el balón y ponérselo al canterano para que este con su clase sirviera al central uruguayo en el 89, pero lo que está claro que ejerció de capitán fuera y dentro del campo y en él se vio el carácter y la actitud que la afición está pidiendo sobre el césped.