El rival del Real Madrid en Champions es un club menor en lo deportivo. Pero tiene detrás una historia única como "equipo nacional" de Transnistria, una región secesionista del Este de Europa en la que ha impuesto su ley el imperio empresarial que financia y da nombre al Sheriff.
Ninguna nación reconoce a Transnistria como Estado, pero dentro de esa franja entre Moldavia y Ucrania que parece un museo al aire libre de la extinta URSS y donde florece el contrabando, la opinión de la ONU no vale mucho.
El Sheriff ha llegado a la Liga de Campeones como vencedor de la Liga de Moldavia, el país del que Transnistria se declara independiente. Esta no es la única rareza de un equipo rico en uno de los territorios más pobres de Europa.
Fundado en 1997 por el oligarca Viktor Gushán, el FC Sheriff de la capital de Transnistria, Tiráspol, debe su primera participación en la "Champions" al dinero del todopoderoso conglomerado dirigido por este antiguo policía y supuesto agente del extinto KGB.
Si lo normal es que los Estados tengan empresas públicas, en este caso una empresa privada, el Sheriff, es la que parece tener un Estado (no reconocido).
"La marca Sheriff y el escudo están presentes por doquier", dice a Efe el entrenador español del FC Goa indio, Juan Ferrando, que entrenó al equipo de Tiráspol en 2013.
"Vayas donde vayas: al restaurante, al supermercado, a la gasolinera...", remacha el catalán, que guarda un recuerdo excelente de su época al frente de "las avispas", como se conoce al equipo por los colores amarillo y negro que lo identifican.
"Puede parecer que vives dentro del club", recuerda Ferrando sobre la omnipresencia de los símbolos del equipo y la empresa en la vida pública de Transnistria, donde las firmas Sheriff tienen el monopolio de los sectores clave y controlan, según los expertos, un 60 % de la economía.
Los orígenes del grupo Sheriff hay que buscarlos en los años 90, en los que Gushán se hizo rico adjudicándose las privatizaciones más lucrativas en la recién creada "república" separatista de Transnistria.
Este territorio más pequeño que la provincia de Pontevedra y fronterizo con Ucrania declaró unilateralmente su independencia de Moldavia, surgida como Estado soberano durante el proceso que llevó, en 1991, a la disolución de la Unión Soviética.
El apoyo de Moscú, y la presencia de un fuerte contingente de soldados rusos en la región, han permitido a Transnistria mantenerse desde entonces como un Estado independiente de facto, pese a que, sobre el papel, sigue siendo parte de Moldavia y no cuenta con el reconocimiento formal de ningún país del mundo.
Este limbo legal dura ya más de tres décadas y ha condenado al aislamiento a la región separatista, cuyo paisaje urbano sigue dominado por símbolos de la era soviética como carros de combate que se exhiben como monumentos o estatuas de Lenin.
La situación de semiclandestinidad en que vive Transnistria la han convertido también en un terreno particularmente fértil para actividades ilícitas como el tráfico de personas y el contrabando.
La "república" separatista es conocida por ser una fuente de productos de contrabando como cigarrillos, combustible y, en su día, armamento y municiones soviéticas procedentes de los depósitos que la URSS tenía en la zona.
Según han revelado investigaciones académicas y periodísticas, el grupo Sheriff hace uso de su hegemonía en la economía legal para controlar también buena parte de estos lucrativos negocios ilegales.
La posición de fuerza del grupo se extiende también al ámbito político. Igual que en 1997 creó un equipo de fútbol, el grupo Sheriff fundó en el año 2000 su propio partido político, Obnovlenie, o Renovación en ruso.
Obnovlenie ganó sus primeras elecciones en 2005, y sacó 29 de los 33 diputados en los comicios al Soviet Supremo -como aún se llama el parlamento transnistrio- de noviembre del año pasado.
La provechosa simbiosis entre el grupo de Gushán y la clase política de Transnistria ha cosechado uno de sus resultados más espectaculares con la entrada en la fase de grupos de la Liga de Campeones del Sheriff.
"El deporte es también una forma de 'soft power' que en este caso le servirá a la región separatista de Transnistria para conseguir visibilidad internacional", dice a Efe el periodista de investigación radicado en Moldavia Madalin Necsutu.
"Lo que el régimen separatista no ha conseguido ni siquiera a nivel regional a través de la diplomacia clásica lo está obteniendo a nivel global a través del fútbol con el golpe de imagen que supone que el Sheriff se mida a equipos como el Real Madrid", concluye el periodista.
El periodista, que ha investigado los negocios del imperio Sheriff, destaca la paradoja de que un equipo alineado con las autoridades de Tiraspol se valga de su afiliación a la federación de fútbol de un Estado legítimo, Moldavia, para competir internacionalmente y favorecer así los intereses separatistas.
El Sheriff no sólo tiene permitido jugar en la Liga del "enemigo". Desde que consiguió su primer título de la Liga moldava en el año 2001, el equipo de Gushán ha ganado la competición 19 veces.
El secreto del éxito abrumador del Sheriff es, en primer lugar, un presupuesto muy superior al de todos sus rivales del otro lado del Dniéster, el río que da nombre a la "república" rebelde.
Con el dinero del grupo Sheriff, el club ha construido una plantilla competitiva de lo más exótica con jugadores de países como Mali, Brasil, Guinea, Ghana, Grecia, Macedonia o Colombia.
Un grupo que da color a la atmósfera gris soviético de Tiráspol y aspira a seguir sorprendiendo a Europa tras debutar con victoria (2-0) ante el Shakhtar ucraniano en su puesta de largo en la Liga de Campeones