El aumento generalizado de contagios por covid es una realidad cada vez más latente. La nueva variante contagia a una velocidad de vértigo y un hecho así no puede pasar desapercibido en la ciudadanía, pero tampoco en el mundo del deporte.
En el Tour de Francia se han reforzado de manera drástica las medidas de prevención para evitar que el virus se pueda llegar a propagar entre los ciclistas. Desde pruebas PCR y de antígenos constantes hasta esquivar el contacto físico y la necesidad de las mascarillas.
Todos los participantes duermen en habitaciones individuales y cuentan con masajistas propios. Además se han instalado lámparas ultravioletas hospitalarias en los autobuses y camiones para eliminar el virus.
Pero, a pesar de que las precauciones se hayan extremado, algunos ciclistas se han contagiado. Es el caso de Geoffrey Bouchard, Stake Laengen y, el último en abandonar, Guillaume Martin.
Para evitar una serie de contagios a modo de dominó, los ciclistas están tomando cero riesgos. Por ejemplo, Tadej Pogacar, que va primero en la clasificación general del campeonato, ni siquiera se baja la mascarilla cuando se encuentra con su novia, Urska Zigart, que también es ciclista, después de una etapa.
Tras la segunda jornada de descanso, el Tour se adentra este martes en los Alpes con una décima etapa de media montaña de 148 kilómetros entre Morzine y Megève que incluye dos puertos de cuarta, uno de tercera y un ascenso final a la meta catalogado de segunda, con 19,2 kilómetros al 4,1 % de pendiente media