El 20 de septiembre hace justo 500 años salieron a alta mar los barcos que acabarían dando la vuelta al mundo. El trayecto comenzó el 10 de agosto en Sevilla, las cinco naves de la expedición y sus cerca de 240 tripulantes (los estudios no se ponen de acuerdo con el número exacto) descendieron el Guadalquivir hasta Sanlúcar de Barrameda en Cádiz. Desde allí se lanzaron al océano, lo que entonces era el espacio exterior. Sin duda, fue el viaje más importante que se ha hecho dentro de nuestro planeta: el primero que dio la vuelta al mundo. Si lo comparamos con el de la luna sería como si la nave espacial de camino a nuestro satélite se desvía a Marte y vuelve a la Tierra para contarlo.
En un principio el viaje no estaba destinado a dar la vuelta al mundo, sino a buscar una ruta alternativa a la portuguesa hacia las islas de las especias. Pero fue Elcano y su tripulación, los que lograron el éxito de dar la vuelta al mundo al cambiar la ruta de regreso y seguir al oeste. Al despótico Magallanes lo mataron unos indígenas antes de llegar a las Molucas. Pero seguramente, si hubiera llegado vivo hubiese vuelto por el Pacífico y no se hubiese atrevido a ir por el Indico, el terreno de Portugal, su antiguo reino. Antiguo porque Magallanes de origen portugués se “nacionalizó” español a jurar obediencia a Carlos V.
Desde la distancia todo parece fácil pero nada más lejos de la realidad. Para aproximarnos a las dificultades que supuso ese momento hemos navegado en una réplica de la única nao que acabó la primera vuelta al mundo: La Nao Victoria. Propiedad de la fundación nao victoria ( www.fundacionnaovictoria.org ) Pese a que hace marca España y divulga nuestra historia allí donde va, no recibe ni un euro público.
La estructura es totalmente de madera, no hay doble casco como sucede con otras réplicas. Lo que sí tiene son todas las medidas de seguridad que se le exige a un barco moderno y un motor para poder navegar cuando no hay viento.
Al subirnos a la nave uno se da cuenta de lo milagroso que fue hacerse una navegación de esas características y en aquellas condiciones de 1519. Aquí, en la nave las camas de la tripulación están en la bodega pero en aquella época lo ocupada la mercancía y los animales. Salvo el capitán y el contramaestre nadie podía bajar a ella. Así pues, la vida se hacía en la cubierta: dormían, comían y sí, también iban al retrete. Sacaban sus posaderas por la borda con cuidado de no caerse, también utilizaban un cubo. Años después los barcos para evitar la pérdida de hombres por caídas se hicieron dos agujeros en popa donde se sentaban a hacer sus necesidades.
A la hora de subirnos a bordo nos encontramos con la primera sorpresa, no hay rueda de timón. Lo que tiene es el pinzote. Es un palo de madera que a modo de palanca mueve la caña del timón que está en el piso de abajo. El viento era su único motor y la posición exacta era imposible averiguar con exactitud. Se sabía calcular la latitud (N S) pero la longitud (E S) malamente y aun así consiguieron lo que nadie consiguió.
Dentro del barco nos enseñan cómo era el particular satélite meteosat de la época para predecir tormentas: una crin de caballo. Si esta se peinaba fácilmente, se estiraba sin dificultad es porque había humedad en el ambiente y por tanto grandes posibilidades de borrasca. Ahora bien, si se enrollaba sobre sí misma significa que el ambiente estaba más seco y por tanto estaría la mar tranquila.
Hay mil y una historias que nuestra imaginación puede recrear perfectamente en este barco. Por ejemplo, cuando estuvieron sin víveres, ni agua, cruzando el Pacífico, Índico y el Atlántico. Enfermedades que diezmaron la tripulación… Se acumulan mil historias y preguntas que intentamos resolver en este vídeo. Hicimos tantas que nos mandaron al carajo y allí nos fuimos: literalmente.