Sabíamos de monumentos, de museos, de ruinas y grandes edificios para aprender historia, pero el lugar en el que me han citado poco tiene que ver con esos espacios tan convencionales. La reunión es las 12:30 de la mañana en el cementerio de San Justo de Madrid levantado en 1847. En la puerta me encuentro a David Botello, periodista que sostiene en sus manos su último libro, tomamos aire: ‘Follones, amoríos, sinrazones, enredos, trapicheos y otros tejemanejes del siglo XIX’ (Editorial Oberón) pero que se lo resumimos en un ‘Follones del siglo XIX’.
-Pasa Gabriel no tengas miedo, entra y te cuento. -Tal cual me suelta el autor ante mi confusión.
-¿De todos los sitios que hay presentar un libro tienes que elegir éste?
-Se te ocurre un sitio mejor para hablar de un libro que aquel donde están sus protagonistas. Pues algunos del siglo XIX están aquí.-Zanja David-.
La lógica aplasta cualquier reticencia. Se agradece que el cementerio de San Justo permita dar una clase de historia aquí. A diferencia de otros en los que la opacidad y la reticencia a mostrar sus tesoros artísticos y personajes que los pueblan nos privan de conocer mejor a todos nosotros de nuestra propia historia, en este camposanto de San Justo descubrimos las tumbas, por ejemplo, de insignes médicos como Gregorio Marañón o Vicente Llorente, que fue el que frenó una de las infecciones más contagiosas de difteria en Madrid y también su tratamiento contra la rabia.
Durante el recorrido por diferentes lápidas, David Botello nos desgrana algunos personajes que componen su divertido libro plagado de anécdotas que se devora en dos viajes de metro.
“Aquí tienes a Ayala (Adelardo López de Ayala y Herrera). Para que veas como se resolvían las diferencias entre los políticos antiguamente. Ayala que además de político, ministro de Ultramar, fue también dramaturgo, tuvo sus diferencias con un militar: Juan Bautista Topete. Tan fuertes que al final las resolvieron batiéndose. Fíjate que pronto acababan con ellas en aquella época. Vamos, que el desbloqueo político actual lo finiquitaban en un abrir y cerrar de ojos”, bromea Botello.
Lo cierto es que escribir un libro de historia sobre semejante periodo de España se presentaba difícil. Ese complejo siglo siempre se ha explicado como un lío muchas veces incomprensible. Sin embargo, tal y como lo presenta David, el siglo XIX se hace más sencillo de entender y se lee en un par de sentadas de un viaje de autobús. Como él mismo señala: “El siglo XIX es cuando se originaron todos las grandes claves que ahora condicionan nuestra actualidad en España: la corrupción política, nacionalismos, republicanismos, movimientos políticos… Es la mejor de entender lo que está pasando actualmente en nuestro país”.
Continuamos nuestra visita al cementerio y descubrimos el panteón de hombres ilustres donde están enterrados escritores como Larra, Espronceda; compositores como Federico Chueca, Ruperto Chapí etc. David Botello recuerda que al romántico Mariano José de Larra “le dio una noche de farra por pintar entero de amarillo el primer coche de caballos que encontrase con el fin de que no lo reconociese su dueño. La carroza resultó ser la del duque de Alba que al salir de fiesta fue incapaz de identificar su carruaje”. Como ésta, tantas otras anécdotas más emergen del libro de ‘Follones del XIX’ como los amoríos de Cayetano De Alba y Godoy, etc…Ya lo dijo Larra ese genio del siglo XIX: “Hay cosas que no tienen solución, y son las que más” y acabar en un cementerio es una de ellas, quien sabe si en este de San Justo. Así que no estará de más que se vaya poniendo al día con ‘Follones, amoríos, sinrazones, enredos, trapicheos y otros tejemanejes del SXIX’ porque nunca se sabe con quién acabará codeándose cuando tenga que abandonar el mundo de los vivos.